lunes, 31 de diciembre de 2012
jueves, 27 de diciembre de 2012
La paz empieza nunca
“La paz
empieza nunca” es el título del libro que en estos días tengo entre manos. El
contenido del mismo, sin menoscabo alguno a la importancia, no tiene nada de
excepcional. Se trata de uno más de los tantos libros que han tomado como
referencia la guerra civil española. Sí que tiene algunas particularidades. Por
ejemplo, el haber sido escrito en mil novecientos cincuenta y seis, veinte años
después del inicio de la contienda y contar la historia a partir de ese año y
hasta el medio siglo aproximadamente.
“Está
claro que entonces lo que no funcionaba era, nada menos, que la convivencia de
unos españoles con otros españoles. Aquí no nos podíamos ver la mitad de la
otra mitad. No nos aguantábamos, unos podíamos vivir y otros no”, dice en el prólogo.
Pero no
es esta paz, ni estos conflictos, ni estas diferencias ideológicas ni sociales
lo que me ha hecho reflexionar. La paz que parece no ya empezar, sino
estabilizarse, es la paz interior. Andamos a trompicones con los propios, los
ajenos y hasta con los extraños. Cualquier acontecimiento nimio o importante
puede provocar la alteración de esa paz personal que se tiene consigo mismo y
conseguir sumirnos en un estado de desasosiego del que en ocasiones es difícil
escapar. Nadie queda libre de este peligro emocional. Lo que sí que ocurre es
que no todos sufren por igual el paso por estos trances.
Todos los
que tenemos hijos y nos esforzamos por transmitirles lo mejor, sabemos de la
dificultad que, a determinadas edades, esto comporta. No hay libro de
instrucciones ni para cada edad ni para cada hijo. Aún del mismo padre y
paridos por la misma madre, la disparidad de caracteres puede ser tal, que lo
lleve a uno a equivocarse al utilizar un modo de actuación que funcionó con el
hijo mayor, pero que resulta una bomba con el menor. Y todo ello partiendo de
la base que ninguno de los dos que tengo ha sido ni es conflictivo. Siempre han
tenido un límite, flexible, por su general buen espíritu, comportamiento,
respeto y humildad; pero nunca han estado libres de firmeza cuando la ocasión
lo ha requerido.
Será que
la hermana mayor hace ya siete años que pasó por la difícil edad que tiene
ahora el menor, dieciséis años, que casi no recordaba los inconvenientes que
tiene transitar por esa etapa de la vida.
Será
también que este insignificante desencuentro ha coincidido con unos días que
tengo de descanso y dispongo de algún tiempo para poner por escrito lo que
siento. El caso es que no puedo evitar sentirme mal, a pesar de estar
absolutamente convencido de la posición que he adoptado y del apoyo
incondicional de mi mujer. Sé que él tampoco lo está pasando bien, pero no
quiero que piense que vale todo y que con el tiempo todo se olvida. Y lo que
más me importa que no piense, es que mis decisiones van contra él. El tema está
en conseguir que la cuerda no se tense hasta romperse, tener guardado un trozo
e ir soltándolo si es necesario al tiempo que se intenta conseguir que el otro
vaya dejando de estirar poquito a poco.
¡Es lo
que hay!
Luis Fernando Berenguer
Sánchez.
27 de diciembre de 2012.
sábado, 8 de diciembre de 2012
Acontecimiento inesperado
Amanece cada día entre alegrías y
tristezas. Nada ni nadie lo propicia ni lo impide. Amanece porque tiene que
amanecer, porque la tierra rota sobre sí misma en torno a un imaginario eje que
hace que, cada veinticuatro horas y algunos segundos, el sol vuelva a
regalarnos su impagable luz; a no ser que esté nublado y sus rayos se vean
obligados a atravesar el manto de nubes para iluminar sin brillo el día.
A partir de esa innegable certeza ya nada más
depende de uno mismo. Puesto el pie en tierra al despertar (cada uno que ponga
primero el que quiera), y planificado el día según las obligaciones u
ociosidades que a cada cual le aten o distraigan, siempre podrá interferir o no
el elemento imprevisible.
Todo pinta bien, las obligaciones han sido
cumplidas según lo previsto, y es entonces cuando entran en escena el resto de
actividades que han de satisfacer las inquietudes personales que a cada uno le
agraden, distraigan o entretengan. En esas estamos esperando, ilusionados y en
connivencia, el momento de sorprender al pilar fundamental de la familia. Aquella
que con más fuerza tira del carro, que no se queja, que nos demuestra a cada
minuto lo mucho que nos quiere, la que nos achucha a la menor ocasión, la que
siempre está pendiente de nosotros, la que sufre en silencio y comparte alegrías.
El plan, perfectamente elaborado y
mantenido en secreto durante bastantes días por todos los miembros de la unidad
familiar, era perfecto. Ni la más mínima sospecha de que algo fuera a ocurrir
pasaba por su imaginación. El día se prestaba para ello. Había sido difícil
encontrar el momento en que todos pudiéramos coincidir a la hora de cenar. Viernes,
siete de diciembre, a las nueve y media de la noche. Nosotros, ella y yo, estaríamos
desarrollando nuestra labor preferida en las tardes de invierno cuando ya la
luz del sol empieza a declinar, cada uno con su sitio fijo en el sofá, tapados
con la falda de la mesa camilla y el brasero calentando a fuego lento. Brincando
entre ordenador, televisión, libro o conversación; o como es ahora el caso, sin
televisión y con papel y bolígrafo. Ellos, nuestros hijos y el novio de nuestra
hija, quedarían para ir juntos al restaurante que habíamos acordado alrededor
de las nueve y cuarto. Yo, como sin pretenderlo, de pronto fingiría un arrebato
ilusionado por compartir una cena sin velitas para dos y así celebrar su
reciente cumpleaños. Se iba a resistir, pero mi insistencia sería tal, que no
habría lugar a una negativa. Sin dudar a donde ir, dirigiría el coche hasta el
lugar acordado. Aquí puede que sí que se extrañase porque por lo general soy más
bien de naturaleza indecisa.
Pero eso sería luego, porque poco antes de
comer habíamos decidido subir a la caseta de la terraza para bajar el árbol de
Navidad y los adornos y luces que lo engalanarían. Y ¡cómo no!, el Nacimiento. Ella
también nos ha transmitido a todos la ilusión por estas entrañables y
familiares fechas navideñas. No ha habido año, desde que compartimos nuestra
vida, que en el día de la Purísima,
no quede montado el árbol, puesto el Nacimiento y adornada la casa con algún
motivo navideño. Cuando había más espacio en la casa, montábamos con mucha
paciencia y cariño, un belén de proporciones considerables, incorporándole
algunos elementos mecánicos como un motorcito para hacer girar las aspas del
molino, incluso poniéndole luces a las casas por dentro.
Ya estaban todas las cajas con los
avalorios en la terraza, fuera de la caseta, y sólo quedaba introducir
desordenadamente y como fuera posible, un somier con patas y un colchón que había
que apoyar sobre un silloncito de mimbre. Yo estaba dentro de la caseta y ella
fuera. Colocamos el colchón en su sitio, pero al hacerlo tiramos una percha con
trajes de disfraces que había colgada de una inestable barra atravesada en la
viga del techo. Yo aguanto la barra por dentro y ella intenta volver a colgar
la percha pero no llega. El colchón nos separa y no veo nada, por lo que no
acierto a saber que es lo que está haciendo. Tan sólo escucho un leve ¡ay!, y
al asomar la cabeza por detrás del colchón, la veo allí, tumbada boca arriba en
el suelo, con gesto inequívoco de dolor en el rostro. ¡El pie! ¡El pie! ¡Un
esguince! ¡Un esguince!, repite entre leves gemidos.
Allí acabó la cena y la sorpresa de
encontrar a nuestros hijos cuando entráramos al restaurante.
Pero a cambio, siento la inmensa
satisfacción de estar el máximo tiempo posible junto a ella, y ayudarla,
quererla y satisfacerla cuanto pueda y sepa.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
7 de diciembre de 2012.
jueves, 6 de diciembre de 2012
Una gran sonrisa rodeada de mujer
Fue niña, morena y con abundante pelo. En
su momento vino a colmar de felicidad a toda su familia, pero sobre todo a sus
padres. Luego vendrían dos hermanos gemelos más que acabaron de llenar el
espacio familiar, de hacer rebosar la satisfacción de padres y demás
familiares; y sobre todo, de ocupar todo el tiempo de su madre.
No la conocí hasta que estaba a punto de
cumplir tres años. Siguió morena, se convirtió en la princesa de la familia, se
hizo cariñosa, le gustaba disfrazarse y hacer de artista; y se hizo guapa y las
comisuras de sus labios tuvieron que estirarse para dar cabida a su incipiente
sonrisa.
Su primer concierto de música, con cinco
años, lo pasó la mayor parte del tiempo sobre mis hombros, actuaba Mecano. No
recuerdo mucho del concierto, pero sí de mis hombros. Se convirtió, cada vez
que la veía, en guardián de mis furtivas escapadas por la sierra del Cid con mi
novia, su tía. Fue testigo de mi enamoramiento.
La vi crecer. En mi boda estuvo allí,
rebosante de alegría, de gozo, vestida para la ocasión con su traje de comunión,
portando, sonrisa en rostro, los anillos que sellarían mi matrimonio. La
sonrisa ya no se le borró nunca más de su cara.

Y conoció a un chico y se enamoró. No podía
ser de otra manera. El chico, educado, cortés, sencillo, humilde. Seguro que
ella lo buscó también con sonrisa. O quizá, el quedó cautivo y contagiado de la
sonrisa de ella.
Y se casaron. ¡Ah, eso sí!, se casaron como
ellos quisieron, haciendo gala de una personalidad y de una sensatez dignas de
admiración. Madre y abuela, abuela y madre, sufrieron un cierto descontento,
que creo que superaron mucho antes de la celebración, en la que iba radiante. Y
me concedieron el privilegio de conducirles en el coche de novios, una vez casados,
hasta el salón de bodas en el que celebramos el acontecimiento.
Y llegó el día de la procreación. Pero
antes del alba, un escalofrío atormentó sus pensamientos y el de todos aquellos
que los queremos. Fue un chaparrón. El desánimo pudo con todos nosotros, pero
no con ellos. Me impresionó verlos a los dos, cuando las alcantarillas se
tragaron las últimas gotas de agua, con las sonrisas más grandes que he visto
en mi vida (sus sentimientos recorrían sus venas y llegaban al corazón, pero no
se exteriorizaban).
Pero el día volvió a llegar. Esta vez sí. El
corazón ya se oyó latir en su vientre. Una de sus tías fue la afortunada de experimentar
con ella la emoción de escuchar los primeros latidos del nuevo ser. Dice su tío
Pepe el de Málaga que “va a zer niño, porque en la ecografía ze le ve una picha
azí”.
Seguro que en los próximos meses, cuando
tenga que salir y su padre esté presente, lo primero que saldrá y su padre
verá, será la sonrisa más grande que nunca antes ha visto la humanidad.
Enhorabona Marisa y enhorabona Ignasi.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
Novelda, 5 de agosto de 2007.
sábado, 17 de noviembre de 2012
"El profesor"
Transcurría el año mil novecientos setenta
y siete, apenas dos años después de la muerte de aquél que no tenía suficiente con
hacer lo que le daba la gana, sino que los demás ciudadanos de España también
tenían que actuar como a él le apetecía, por decirlo suave, y mutis, no fuera a
cabrearse.
Cursaba yo octavo de E.G.B. en un colegio
de Novelda, al que le tengo un enorme cariño. Recuerdo con absoluta claridad a
todos y cada uno de los profesores que se encargaron de poner a mi disposición
los conocimientos que atesoraban en sus respectivas materias y, como era
habitual en aquella época, hacerlo aplicando alguna dosis de disciplina que
variaba según la personalidad del profesor. Como bien se intuye, andaba yo
inmerso en plena adolescencia, y para enfocar
todavía más la situación, añado que pertenecía al grupo de los compañeros de
clase más tímidos e introvertidos, pero a la vez, al de los que más sobresalían
en cuanto a notas se refiere. Dado que en esa etapa de la vida cualquier
circunstancia es capaz de influir en el futuro comportamiento del ser humano,
tanto para bien como para mal, he de reconocer y confesar ahora, treinta y
cinco años después, que de entre todos los profesores muy buenos que tuve, hubo
uno muy especial. Aquel profesor fue capaz de marcar mi adolescencia y consiguió
incluso influir en mi posterior comportamiento en la vida, al que aún hoy sigo
fiel.
Con él aprendí mucho, muchísimo. Él me
introdujo en el maravilloso mundo de las matemáticas, haciendo que disfrutara
con ellas mientras estudiaba, y lo digo en serio. En aquel momento de dudas
existenciales, se abrió ante mí un universo en el que todo tenía una explicación,
y además, demostrable. Pura ciencia en donde no hay terreno para suposiciones
ni conjeturas, o lo sabes y lo demuestras, o estás perdido. Sus conocimientos y
métodos didácticos, entre los que destacaba el hacer participar al alumno en
cada tema que explicaba, siendo por tanto las clases más prácticas que teóricas,
le habían proporcionado un gran prestigio, tanto en la comunidad educativa como
en el pueblo en general.
Pero había algo más en él que lo hacía
todavía más peculiar, diferente. Y fue ese algo lo que digo que me marcó profundamente
para el resto de mis días. Aquellas marcas, las apreciables a simple vista,
desaparecieron a los pocos días, pero las otras, las del subconsciente, tantos
años después, todavía me estremecen cuando pienso en ellas y las recuerdo con
absoluta nitidez. Yo no fui responsable de nada, más bien fue una dejadez y
provocación suya lo que provocó su ira incontenida que descargó con violencia
sobre uno de los elementos más vulnerables del grupo, que acertó a estar cerca
de él en ese momento, al lado de la puerta, cuando él entraba en clase. Allí es
donde él mismo situaba al que en esa evaluación había obtenido las notas más
altas. Da igual lo que sucediera porque no justifica en absoluto su reacción. Lo
que no da igual, y nunca me dará igual, es que a medio metro de mí, no sólo me
increpara con gritos inentendibles delante del resto de compañeros, sin haber
hecho nada, repito, sino que además llevara su brazo derecho hacia atrás, y con
todas sus fuerzas, lo lanzara hacia delante, en semicírculo, haciendo impactar
la palma de su mano derecha sobre la parte izquierda de mi rostro. El tortazo me hizo
girar la cabeza hacia mi derecha e incluso desplazó mi canijo cuerpo hacia el mismo
lado. A continuación, aprovechó el impulso que llevaba su brazo, y al
devolverlo a su posición original, recorriendo el semicírculo en sentido
inverso, con el revés de la mano se tropezó voluntariamente con la parte sana
de mi cara.
Me ardían los mofletes, me pitaban los oídos,
se me inflamó el labio y parecía que me iba a estallar la cabeza. A los pocos días
tuvo conocimiento veraz, confesado por escrito por el responsable, de lo que
desencadenó su ruin comportamiento. (En la dictadura tenía que haber un
culpable que sufriera un castigo y sirviera de ejemplo al resto, sólo que él no
era dictador, era maestro, y la dictadura, aunque él fuera partidario, ya había
terminado, y además él no era quien para aplicar los métodos dictatoriales a su
antojo sobre los niños.) Aunque tuvo ocasión de ello, nunca se disculpó. Y además,
habitualmente, seguía ofreciendo su mano, impunemente, al rostro de sus alumnos,
incluso al de las chicas. Nunca antes nadie me había pegado ni nadie después me
ha vuelto a pegar.
Nunca más lo saludé, ni siquiera en las
cientos de veces que me he cruzado después con él por la calle. Al principio
era yo quien lo evitaba, pero enseguida me dí cuenta que también él me apartaba
la mirada. Durante muchos años esperé una disculpa que nunca llegó. Y aprendí
tanto de él, que nunca jamás le he pegado a nadie, y siempre, siempre, he
pedido una y mil veces disculpas hasta por lo que puedan pensar de mí.
Ya hace mucho tiempo que le perdoné, y
ahora, al dejar constancia de ello, parece que me haya sacado un peso imaginario
de encima.
Luis Fernando
Berenguer Sánchez.
17 de
noviembre de 2012.
domingo, 4 de noviembre de 2012
El facebook como terapia
A nadie extraña encontrar a personas que
han construido trincheras infranqueables, seguidas de muros inexpugnables, al
amparo de uno mismo, que les impiden la salida al escenario social habitado o
frecuentado por el resto de conciudadanos. Siempre existió alguien que,
limitado por su timidez, indecisión o poco atrevimiento, quedó acomodado,
aunque por lo general desagusto, tras esas zanjas y muros que lo aíslan
parcialmente del mundo exterior y casi totalmente de las personas que lo
pueblan, exceptuando a las más allegadas por razón familiar, amistosa, y en
contadas excepciones, laboral.
Una de las redes sociales, twiter,
frecuentada por los más jóvenes, con inquietudes cortoplacistas y las
particulares características de tener prisa por todo, de estar obsesionados con
la inmediatez de las cosas, con la narración instantánea de sus actividades,
llevándoles a ser parcos hasta en palabras, y lo que es peor, en letras que
desaparecen de las palabras o son sustituidas por signos, no es precisamente el
medio que ayude a fomentar entre ellos una relación socialmente deseable.
Ensimisma y admira ver a los que esta red frecuentan o “wasapean”, como mueven
los dedos pulgares a velocidad de vértigo, superando en pulsaciones por diez
segundos a los más ágiles mecanógrafos, utilizando pantallas táctiles o
teclados diminutos de teléfonos móviles en los que acertar a una tecla requiere
una destreza supina. En esos pocos segundos van contando cada paso que dan o
cada cosa que hacen, van a hacer o piensan hacer, que en la mayoría de las
ocasiones se queda en mal escribir y esperar respuesta mal escrita, acerca de
banalidades insustanciales. Al menor reproche, suelen excusarse en la falsa
gratuidad de tales actividades.
La red social sobre la que en verdad me interesa reflexionar es facebook, con certeza influido por ser la que uno frecuenta y
seguramente porque es en la que se puede encontrar una mayor variedad de tipos
de gentes, con aficiones, pensamientos, cultura, conocimientos, posición social
o laboral, etc., absolutamente dispares, pero que permite una relación, trato o
seguimiento, digamos que pausado, no necesariamente inmediato. Es esta red, la
que probablemente ha permitido a personas socialmente poco activas, asomarse a
esa ventanita que pregunta en lo que se está pensando, y asomarse, amparándose
en que nadie los ve, y simplemente husmear en los muros de los demás o
atreverse a exteriorizar sus pensamientos, compartir sus gustos, comentar o
debatir razonamientos acordes o disconformes con los de uno, e incluso
desahogarse en protestas o quejas dirigidas a nadie en particular. También
compartir artículos, relatos o reflexiones paridos por la inteligencia,
imaginación o destreza narrativa que cada uno pueda tener. Y una actividad muy
extendida, de la que soy un entusiasta partícipe, y secundada sobre todo por
los que ya tenemos una cierta edad, que es compartir videos musicales de
nuestra añorada juventud.
Aunque pueda parecer extraño, el facebook
ha servido a algunos para retomar el contacto con antiguas y casi olvidadas
amistades, dejadas por el tiempo que todo lo consume, y hacer de ellas algo
especial y gratificante. También ha permitido, haciendo honor a su
denominación, red, crear un entramado de amigos y amigos de amigos, que acaban
siendo amigos y amigas de uno, absolutamente enriquecedor. Todo esto ha
permitido, en parte, a este grupo de personas a las que me refiero,
desatrincherarse del aislamiento social voluntario al que habían optado.
De la más recóndita e inesperada ventanita,
aparece alguien desconocido hasta entonces, recomendado por amigo o amiga, o
descubierto por comentarios hechos a amigos propios, que nos llaman la
atención, bien por ser afines, oportunos, inteligentes, irónicos, ocurrentes,
aparentemente sinceros, simplemente cumplidos, generosos, elogiosos; o bien por
todo lo contrario, que como en la vida misma, de todo hay, aunque estos últimos
son los menos, y si se quiere, con bloquear su amistad, no solicitarla o no
aceptarla, es suficiente. Si uno no quiere, no hay lugar a que se produzca
enfrentamiento escrito alguno. La norma general es que cunde el respeto.
Agradezco, a los amigos largamente
olvidados, su predisposición a retomar una fantástica relación que me
demuestran en cada contacto escrito. A los amigos de siempre, que sigan
manteniendo activo el contacto aunque sea a base de comentarios o de manera
esporádica. Y a los nuevos, que mutuamente hemos aceptado la amistad, el
excelente acogimiento que me han dispensado.
A los otros, de los que paso o pasan de mí,
desearles lo mejor, yo por mi camino o publicaciones, y ellos por el suyo o por
las suyas.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
4 de noviembre de 2012.
domingo, 28 de octubre de 2012
Maquiavelo y yo
No creo posible que mi escasa pero inquieta
imaginación sea capaz de idear ninguna acción rebuscada y conspiranoica, maquiavélica, ni siquiera paranoica,
para eso ya está el eurodiputado europeo
de “Iniciativa Els Verds” catalán, al que se ha sumado, como no, el Consejero de
Interior catalán, que también ve indicios de un ataque aéreo español a
Cataluña. Pues nada, a falta de confirmación oficial por parte del Gobierno
español, los iluminados a lo suyo. Es una frivolidad demagógica, pero
permítaseme la licencia con el único ánimo de ironizar.

Pues hete a mí comentándolo con mi hija,
que ya hace algún tiempo que me ha adelantado prudentemente en conocimientos
por la derecha, y sin poner el intermitente, a tal velocidad que no la he visto
ni pasar, sólo he reparado en ello cuando ya estaba delante de mí, pero ha
utilizado la sutileza necesaria para mantener un invisible nexo de unión que no
me dejarme tirado, echando mano de una sublime modestia. Resulta que ella hizo
un trabajo sobre dicho libro en segundo de carrera y además me cuenta que
existe una versión del libro en la que vienen reflejadas anotaciones de puño y
letra del mismísimo Napoleón. No es la versión que ella cogió de su librería y
me mostró, preguntándome:
-
¿Quieres
leerlo?
-
Claro, tengo
curiosidad –le contesté-.
Después de dármelas de instruido no iba a
permitir que mi escaso orgullo sufriera el más mínimo quebranto.
Reconozco que hasta el momento no sabía
nada del personaje, tan solo que cuando una acción o pretensión se cuaja de
forma rebuscada o retorcida, se dice de ella que es maquiavélica. Desconozco el motivo, pero indagaré.
No sé como me llevaré con “El Príncipe”,
hasta ahora sólo me ha dado tiempo a averiguar que el propósito principal del
autor fue “incidir y actuar sobre la situación de crisis para efectuar una
mutación en la forma de hacer política en Italia que regenerara la antigua virtú” (considerada como la capacidad
subjetiva para aprovechar las oportunidades que se nos presentan o salir del
paso de las circunstancias desfavorables que pueda haber producido la fortuna, que sería la que condiciona
parte de nuestro margen de acción, de nuestros cursos de elección, porque no
podemos controlar todas las circunstancias externas y las condiciones objetivas
que nos envuelven y que son independientes de nosotros). ¿Les suena de algo?
Su teoría se caracteriza por la aparición
del Estado moderno, en donde las nuevas monarquías europeas dirimen sus
pretensiones a la hegemonía militar europea, basándose en la unificación del
cuerpo social en torno al soberano, de la configuración de una administración
centralizada y, sobre todo, de la formación de un ejército directamente a las
órdenes del monarca.
La crisis la tenemos, el monarca también,
incluso el ejército se puso a las órdenes del monarca el 23-F de mil
novecientos ochenta y uno; y a día de hoy, el Rey, sigue siendo Capitán General
de todos los ejércitos, tierra, mar y aire. Falla un poco la total adhesión
social al soberano y la creciente descentralización de la administración, que
ha degenerado en la existencia de duplicidades administrativas, que ahora el
gobierno del Partido Popular quiere atajar dándose un margen de ocho meses para
analizar donde se producen y eliminarlas, es decir, se van a gastar dinero en
averiguar donde se gastan dinero de más. Genial, a ver si aciertan.
De todos modos, no iba mal encaminado
Nicolás Maquiavelo.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
28 de octubre de 2012.
domingo, 21 de octubre de 2012
Entre el cielo y la tierra
Y hasta del cielo, cubierto por una extensa
lengua de arena que la escupe a invisibles partículas sin acompañamiento de
agua, la tierra caía algodonada hasta formar un uniforme manto marronaceo sobre
todo aquello en lo que se posaba. Repisas, balcones, terrazas, coches y calles
amanecieron con un tupido velo de tierra, fruto de un solo entendible fenómeno por
parte de un meteorólogo.


De vuelta a la tierra, dan ganas de mandar
a más de uno, en un aparatito algo más espacioso que el que utilizó Félix
Baumgartner, allá arriba desde donde él se lanzó y construirles si es necesario
un adosadito lujoso, con piscina climatizada y pista de pádel (que aquí abajo
ya no caben más), y pagarles en aquel inhóspito lugar una estancia indefinida,
que seguro nos saldría mucho más barata que pagar las tropelías que han
perpetrado aquí. Así a bote pronto, se me ocurriría mandar a todo aquél que
hubiera contribuido de forma activa o pasiva a meternos en este berenjenal del
que de momento nadie sabe como sacarnos. Irían incluidos en este grupo todos
aquellos políticos, gestores públicos y directores y consejeros de bancos y cajas
de ahorros, que hubieran osado apropiarse indebidamente del dinero de los demás,
hubieran engañado a sus clientes con inversiones fraudulentas, hubieran
prestado dinero a espuertas sin reclamo de garantías suficientes para su
devolución, se hubieran asegurado indemnizaciones escandalosamente
desproporcionadas cuando dejaran el puesto, hubieran realizado obras en pueblos
y ciudades de forma innecesaria y por unos contratos imposibles de pagar, además
de hacer un gasto desorbitado en aspectos superfluos (como consejeros, coches
oficiales, chóferes, teléfonos, etc.). Por lo reciente del comentario, incluiría
también en la expedición al jefe de los
Mossos d’Esquadra, el Consejero de Interior de Cataluña, no porque se haya
embolsado dinero ajeno, sino porque aunque después rectificó sutilmente, no dudó
en afirmar que si el Estado español tenía a su disposición los Cuerpos y
Fuerzas de Seguridad del Estado, Cataluña disponía de sus propias Fuerzas de
Seguridad, que sin decirlo, dejó entrever que se enfrentarían a las del Estado
español en caso de intentar impedir el utópico e ilegal referéndum propuesto
por D. Artur Mas (¿Quiere usted que Cataluña sea un nuevo estado de la Comunidad Europea).
Se produciría un debate y una tensión entre ambas fuerzas, fue lo que dijo. Además,
yo mandaría también a tan feliz destino al no nombrado representante de los
españoles en el extranjero, que se quedó cual dictador democrático venezolano
al afirmar que: “Las leyes son como las mujeres, están para violarlas”.
Tengo la nave construida, quedan unas
cuantas plazas por cubrir, si alguien sugiere la presencia de algún pasajero
que considere oportuno poner en órbita, su petición será tenida en cuenta.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
21 de octubre de 2012.
viernes, 12 de octubre de 2012
Mientras caminaba...
De entre los numerosos elementos que
conforman la diversidad de razas caninas, es posible encontrar en alguna
ocasión, algún perro dotado de una inteligencia más que apreciable; otros
parecen resignados a formar parte del montón, mientras que la mayoría se
empeñan en demostrar, siempre que pueden, sus altas dosis de estupidez. No
tengo nada en contra de los perros, es una apreciación totalmente subjetiva por
lo que he experimentado mientras caminaba hoy.
Andaba yo, como digo, echando unos pasos
por los caminos de la huerta noveldense al ritmo de la novena sinfonía de
Beethoven, con el sol haciéndome guiños, ora asomando parcialmente, ora
escondiéndose entre las blancas, grises y algunas oscuras esparcidas nubes; y
con el viento fresco y agradable acariciando y revitalizando mi piel. La música
que sube de intensidad en el segundo movimiento, hace que mis pies se dejen
llevar y aceleren el ritmo hasta hacerme entrar en calor.
Entre bancales yermos, viñas abandonadas,
parcelas con casitas y algún que otro lujoso chalet, recorro el camino que se
presenta ante mí, pasando incluso por algún que otro bancal en el que las cepas
cuidan todavía con mimo el preciado fruto de su cosecha, protegido hasta su
recolección por el “saquito de papel” característico de la zona, que además de
proteger, hace madurar más lentamente la uva, haciéndola llegar hasta el Año
Nuevo. En todo ello distraía la mirada hasta que, a buen ritmo, me voy
acercando a una valla, paralela al camino, y tupida completamente de setos. De
entre dos de ellos, por un hueco hecho a fuerza de asomar un can cabeza y lomo,
aparece súbitamente, sin previo aviso de ruidos de matorrales al moverse, profiriendo
infernales ladridos como si hubiera visto al mismísimo “Cerbero”, la cabeza
blanca de un perro del que no distingo la raza. Reconozco que el susto que me
da me hace dar un salto hacía el centro del camino. Algo cabreado, me acerco a
medio metro de él y le gruño en su
hocico, cosa que lo saca todavía más de quicio; y mientras me sigue ladrando
encolerizado, yo sigo mi camino sin hacerle más caso. Claro que el animal no
tiene la suficiente inteligencia para distinguir si mi presencia constituye algún
peligro para él, para su territorio o para su amo. Estoy convencido que el
pobre no pretendía ni asustarme ni atacarme, únicamente saca a relucir su
instinto de defensa. De no mediar valla de por medio, seguro que ni yo hubiera
osado desafiarlo ni él se hubiera mostrado tan hostil.
Abstraído de nuevo en la música y con el
coro ya incorporado a la misma en el quinto movimiento, casi no me doy cuenta
ni de que camino, aunque unos cientos de metros más adelante reparo en la
existencia de otra valla de similares características a la anterior. Prevenido,
la abordo con precaución, pasando a algo más de un metro de distancia de ella. Es
raro, pienso, que no haya ningún perro al otro lado custodiando la propiedad. Casi
al final de la misma, inmóvil, de color marrón oscuro con manchas más oscuras
en la piel y el hocico negro, con la fría mirada fija en mí, consigo distinguir
la figura camuflada entre los setos de un perro fuerte no demasiado grande, un
boxer (a éste sí que lo conozco). Su único movimiento consiste en girar la
cabeza a mi paso para no perderme de vista. Ni él me ladra ni a mí se me ocurre
desafiarlo. De no estar separados por la valla, igual el comportamiento de
ambos hubiera sido totalmente distinto. Su seriedad y majestuosidad impone, y
una vez paso a su altura y lo supero, dándole la espalda, ya no se me ocurre ni
siquiera mirar hacia atrás. Seguro que su instinto le hace sentirse muy
superior a mí, o a lo mejor es más inteligente que el otro e intuye que mi
presencia no supone ningún peligro ni para él, ni para su territorio, ni para su
amo.
Es curioso que sin dejar de caminar y
escuchar la música al mismo tiempo, me invade la sensación de encontrar
similitudes en el comportamiento de los perros y de las personas. Algunas
personas, sin dejar de hablar, hablar e incluso gritar y gritar, no hacen o no
consiguen hacer nada de lo que pregonan; mientras que otras, sin abrir la boca
y sin que en el rostro se le aprecie el más mínimo gesto, sean capaces de amedrentar
y de apretar cada vez más el imaginario nudo de la cuerda con la que han
anudado a conciencia nuestro cuello, hasta apenas dejarnos respirar a
resuellos.
Suerte que el coro entona ya la
“Oda a la Alegría”
y mis pies pisan ya las aceras de la ciudad. Me quedo con la música.
Adiós.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
12 de octubre de 2012.
domingo, 30 de septiembre de 2012
La voz
Una voz que no se alza, que no grita. Una
voz pausada, incluso conformista. Una voz que a fuerza de decirse las cosas
para sí, apenas se escucha. Una voz contenida, que considera que las cosas no
se obtienen porque sí ni a la fuerza. Una voz que cuando puede concilia,
dialoga y evita el enfrentamiento directo, aunque a veces se irrite.
Ahora la voz es presa del desconcierto, la
indignación y casi del desánimo. Es una voz recelosa, con miedo a no se sabe
bien qué, que casi siempre calla, pero no por ello, cuando lo hace otorga. Una
voz que se ahoga antes de ser emitida si presagia el más mínimo conflicto.
Me pregunto donde han estado estos millones
de voces durante tantos años. Seguro que disfrutando de esta larga temporada
próspera y democrática que con tanto gusto recibimos hace ya más de treinta
años. Aceptando y dando por bueno un sistema de gobierno, que como todos,
rezuma agua por alguna parte. Quedan suficientemente demostradas las
innumerables imperfecciones que atesora, algunas inamovibles, pero viniendo de
donde veníamos fue lo mejor que nos podíamos conceder.
Ahora, las demás voces, las que nunca
callaron, se siguen alzando, e incluso algunas gritan en sentido figurado y
hasta real. Y son muchas las que lo hacen, que no temen, ni al prójimo, ni al
qué dirán, ni siquiera a un certero golpe de porra capaz de romper un brazo, la
nariz y la misma cabeza si se interpone en el camino de la porra.

Nunca
justificaré la mano que tira la piedra, y mucho menos si esconde la mano; pero
sí la patada rabiosa, impotente, que se lanza al desprendimiento de un resorte
que hace saltar un injusto golpe de autoridad. ¡Hacedle un hueco a mi voz! No voy
a consentir que nada ni nadie limite el derecho de libre expresión amparado por
la Constitución. Hablemos ahora, pero también luego, en las urnas. No nos queda
otra, de momento todavía podemos elegir quien nos gobierne aunque no les
quede, a ninguno de los políticos, ni un ápice de credibilidad. Ellos, con sus
actuaciones, la han perdido.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
30 de septiembre de 2012.
Reivindicaciones independentistas
De momento nadie debiera preocuparse. Este
país nuestro, llamado España, aunque algunos no lo reconozcan como tal, ha
estado acostumbrado, durante siglos, a que las cosas ocurran por la fuerza.
Quizá por eso, incluso ahora, y en años
pasados, no se le diera la importancia que tuvieron a aquellos sesudos señores
de pensamientos e ideologías tan dispares, a la hora de dar por buena, después
de miles de horas de reuniones y debates, la Carta Magna que nos rige desde
mil novecientos setenta y ocho. Aquellas personas pusieron todo su empeño para
que ningún acontecimiento convulso, por muy multitudinario que fuera, pudiera
alterar o descomponer el orden constitucional.
De vez en cuando, desde algunos sectores de
la sociedad, o incluso desde algún gobierno autonómico, se alza mucho la voz,
se intenta coaccionar al gobierno de la nación, surgen concentraciones o
manifestaciones multitudinarias reclamando derechos sesgados de cuajo o
exigiendo casi utópicas reivindicaciones, aunque no imposibles, pero recalco
que de muy difícil consecución.
A poco que me haya expresado con claridad,
se entenderá que me estoy refiriendo a lo mismo sobre lo que cientos de
personas han escrito y opinado durante estos últimos días. El traslado del presidente
de la Generalitat
de Cataluña, D. Artur Mas, al presidente del gobierno español, D. Mariano
Rajoy, del sentimiento de una parte de la sociedad catalana de separarse de
España y formar una nación propia. No hay que pasar por alto el derecho de autodeterminación
de los pueblos recogido en la
Carta de Derechos de las Naciones Unidas. Este derecho
reconoce a los pueblos a que decidan lo que quieren ser, pero en ningún caso es
vinculante, sino que lo subordina a las leyes de cada país. Hasta aquí nada extraño,
pero el presidente español no es quién para conceder nada a nadie y el señor
Mas conoce de sobra los procedimientos que debe poner en práctica para obtener
tamaña petición. La iniciativa de reforma constitucional, remite a su gobierno
autonómico, a través de una Asamblea, a solicitar al gobierno de la nación la
adopción de un proyecto de ley o remitir a la Mesa del Congreso una proposición de ley,
delegando ante dicha Cámara un máximo de tres miembros de la Asamblea encargados de su
defensa (Art. 87-2 de la
Constitución).
¿Y ahora qué? De momento nada. El gobierno
de la Generalitat
de Cataluña podría perfectamente promover una reforma constitucional para
separarse de España mediante el procedimiento anterior. Lo realmente complicado
vendría a continuación. El artículo 168 de la Constitución no deja
dudas al respecto.
“Art.
168.
1. Cuando se propusiera la revisión total de la Constitución o una
parcial que afecte al Título preeliminar…(como es el caso, que en su artículo 2
dice: La Constitución
se fundamenta en la indivisible unidad de la Nación española, patria común e indivisible de
todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las
nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas)…se
procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada
Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes.
2. Las Cámaras elegidas deberán ratificar la
decisión y proceder al estudio del nuevo texto constitucional, que deberá ser
aprobado por mayoría de dos tercios de ambas Cámaras.
3. Aprobada la reforma por las Cortes
Generales, será sometida a referéndum para su ratificación.”
Todo esto, no para conseguir
la independencia, sino sólo para reformar la Constitución,
concretamente el artículo 2 del Título Preeliminar. Difícil me lo pones y largo
me lo fías, podríamos resumir.
¿Ya nadie se acuerda del “run
run” de Ibarretxe? ¿Dónde está su plan? ¿Y el propio Ibarretxe? No sé si a D.
Artur le sucederá lo mismo. Lo que le ha quedado claro después de su reunión con
el presidente de todos los españoles, incluso de él, es que no le apetece
romperse la cabeza dándose cabezazos contra el muro del Estado español. ¡La
reunión no ha ido bien! ¿Cómo esperaba que fuera? Él sabía de antemano lo que
iba a ocurrir pero estaba obligado, una vez alzado el telón, ante la
multitudinaria asistencia de público, a comenzar la representación.
El primer acto ha concluido.
¿Cuál será el segundo? ¿La convocatoria de elecciones anticipadas? ¡Efectivamente!
¿Qué más da? El nuevo gobierno autonómico, por muy independentista que salga,
deberá seguir el procedimiento establecido en la Constitución para
lograr su reivindicación. No sólo depende de ellos, aún respetándolos, también
depende del resto de los españoles.
Los que estén a favor pónganse
a ello siguiendo los procedimientos constitucionales, pero de ningún modo ya
nada debiera ocurrir por la fuerza.
Luis Fernando Berenguer Sánchez
23 de
septiembre de 2012
Tolerancia política
Apagados los últimos ecos, en forma de
fuegos artificiales, que dieron por concluidas las Fiestas Patronales y de
Moros y Cristianos en honor a Santa María Magdalena; y su posterior traslado al
Santuario que lleva su nombre, toca bajar
el telón a estos días de asueto y diversión con agosto agonizando, y volver a pisar el mundo real en el que nos
movemos. Las imágenes no demasiado lejanas del despropósito del Congreso de los
Diputados, con los pitos y aplausos, aliñados con el “¡QUE SE JODAN!”,
¿dirigido a mí?, con que nos obsequió doña Andrea Fabra, me ha hecho recordar
unos modales totalmente en desuso en el ámbito de la política. Todavía ahora,
andaba yo dándole vueltas a aquel vergonzoso espectáculo.
Con diecinueve años tuve el privilegio de
formar parte, como presidente, de una mesa electoral en las segundas elecciones
democráticas, en mil novecientos ochenta y dos.
No era yo un chico demasiado involucrado en
asuntos políticos. Mis consignas reivindicativas no iban más allá del socorrido:
“Mundo para, que quiero bajarme”, rotulado en el estuche universitario. Aquella
experiencia me hizo descubrir la pasión con la que eran capaces algunas
personas de defender unos ideales políticos.
Aquel día acabé hasta las narices, ¿qué
había hecho yo para merecer aquello?, pensaba erróneamente. A las ocho y media
de la mañana quedaba constituida la mesa electoral y a las once y media de la
noche, entregaba en mano, en el Ayuntamiento, a su secretario, el acta del
recuento electoral. Todo por un trozo de torta, un plato de plástico con una
cucharada de arroz con conejo y creo que tres mil pesetas.
Ese día descubrí, como personas inmersas en
la política, eran capaces de dialogar y debatir sobre asuntos políticos
escabrosos sin necesidad de alzar la voz, respetando el turno de palabra, sin
desprestigiar a su interlocutor, y lo más importante, argumentando sus
opiniones basándose en las tesis de su ideología política. Recuerdo un
apasionado y respetuoso debate, en uno de los momentos tranquilos del día,
entre un señor, apoderado del Partido Socialista Obrero Español y un
jovenzuelo, algún año mayor que yo, de un aspecto algo desaliñado (pelo largo y
camiseta blanca con alguna referencia reivindicativa), pero tremendamente cortés
y educado, que también formaba parte de la mesa electoral en calidad de
representante o apoderado de Unitat del Poble Valenciá. Los planteamientos del
chico joven, me parecían, incluso a mí, utópicos. UPV no sacó ningún diputado
por la provincia de Alicante, ni siquiera por la Comunidad Valenciana,
para el Congreso de los Diputados; mientras que el PSOE obtuvo seis diputados
en la provincia, y diecinueve por nuestra Comunidad. Pero lo realmente
significativo, más que el tema del debate en sí, fue el tono, casi paternal,
con que el señor mayor explicaba al chico la imposibilidad de llevar a cabo
esas ideas; así como el respeto con que el chico escuchaba y la tranquilidad
con que luego exponía sus planteamientos.

Duraron poco aquellos profundos debates. A
medida que personas como aquéllas iban desapareciendo de la escena política, las
buenas formas, el respeto y la defensa argumentada de los ideales políticos
fueron cayendo en el olvido. Incorporaciones a la primera línea de los partidos
políticos de personas, porque antes que políticos son personas, en algunos
casos preparadas y cultas, no ha sido suficiente para afianzar la dignidad del
político ni generar confianza en él. La intrusión en las filas de los partidos
políticos de gente con muy pocos escrúpulos, con poca preparación y ausencia
total de capacidad para expresarse en público de una manera mínimamente
aceptable y entendible, han contribuido al desprestigio total actual de quienes
nos gobiernan.
Todas estas cualidades negativas se agravan
exponencialmente con la obtención en las urnas de una mayoría absoluta, por
parte de cualquier partido, que convierte el gobierno en un mandato.
Por no remontarme demasiado atrás en el
tiempo, ejemplos de todo expuesto, los podemos encontrar, y ustedes identificar,
en los equipos de gobierno y en los miembros de la oposición, en nuestro
pueblo, Novelda, en las últimas legislaturas. Más de uno se ha merecido y se
merece, como mínimo, un cachete, por su mala educación, soberbia,
intransigencia y pésima gestión de los recursos del pueblo. No debe sentirse
aludido aquel que no responda a estos patrones de comportamiento, que también
los ha habido y seguro que los hay, pero la imagen actual es la que es.
Incluso he llegado a pensar, y es una
opinión muy personal, que también las sólidas bases ideológicas que guiaban el
proceder de los políticos, han dejado paso a una forma de hacer política basada
casi exclusivamente en la gestión. Una correcta gestión debería ser aquella en
la que los recursos se adecuan correctamente a las necesidades.
Es obvio que a todos los niveles, incluso
al municipal, se ha hecho una pésima gestión en las últimas legislaturas, da
igual quien estuviera al frente en cada una de ellas. El que ha llegado se ha
limitado a criticar la gestión anterior y a seguir gestionando mal los
recursos.
La deriva de esta mutación en la forma de
hacer política ya la conocemos todos, y no es motivo de este análisis
referirlas ahora.
Luis Fernando
Berenguer Sánchez
29 de agosto
de 2012
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