A nadie extraña encontrar a personas que
han construido trincheras infranqueables, seguidas de muros inexpugnables, al
amparo de uno mismo, que les impiden la salida al escenario social habitado o
frecuentado por el resto de conciudadanos. Siempre existió alguien que,
limitado por su timidez, indecisión o poco atrevimiento, quedó acomodado,
aunque por lo general desagusto, tras esas zanjas y muros que lo aíslan
parcialmente del mundo exterior y casi totalmente de las personas que lo
pueblan, exceptuando a las más allegadas por razón familiar, amistosa, y en
contadas excepciones, laboral.
Una de las redes sociales, twiter,
frecuentada por los más jóvenes, con inquietudes cortoplacistas y las
particulares características de tener prisa por todo, de estar obsesionados con
la inmediatez de las cosas, con la narración instantánea de sus actividades,
llevándoles a ser parcos hasta en palabras, y lo que es peor, en letras que
desaparecen de las palabras o son sustituidas por signos, no es precisamente el
medio que ayude a fomentar entre ellos una relación socialmente deseable.
Ensimisma y admira ver a los que esta red frecuentan o “wasapean”, como mueven
los dedos pulgares a velocidad de vértigo, superando en pulsaciones por diez
segundos a los más ágiles mecanógrafos, utilizando pantallas táctiles o
teclados diminutos de teléfonos móviles en los que acertar a una tecla requiere
una destreza supina. En esos pocos segundos van contando cada paso que dan o
cada cosa que hacen, van a hacer o piensan hacer, que en la mayoría de las
ocasiones se queda en mal escribir y esperar respuesta mal escrita, acerca de
banalidades insustanciales. Al menor reproche, suelen excusarse en la falsa
gratuidad de tales actividades.
La red social sobre la que en verdad me interesa reflexionar es facebook, con certeza influido por ser la que uno frecuenta y
seguramente porque es en la que se puede encontrar una mayor variedad de tipos
de gentes, con aficiones, pensamientos, cultura, conocimientos, posición social
o laboral, etc., absolutamente dispares, pero que permite una relación, trato o
seguimiento, digamos que pausado, no necesariamente inmediato. Es esta red, la
que probablemente ha permitido a personas socialmente poco activas, asomarse a
esa ventanita que pregunta en lo que se está pensando, y asomarse, amparándose
en que nadie los ve, y simplemente husmear en los muros de los demás o
atreverse a exteriorizar sus pensamientos, compartir sus gustos, comentar o
debatir razonamientos acordes o disconformes con los de uno, e incluso
desahogarse en protestas o quejas dirigidas a nadie en particular. También
compartir artículos, relatos o reflexiones paridos por la inteligencia,
imaginación o destreza narrativa que cada uno pueda tener. Y una actividad muy
extendida, de la que soy un entusiasta partícipe, y secundada sobre todo por
los que ya tenemos una cierta edad, que es compartir videos musicales de
nuestra añorada juventud.
Aunque pueda parecer extraño, el facebook
ha servido a algunos para retomar el contacto con antiguas y casi olvidadas
amistades, dejadas por el tiempo que todo lo consume, y hacer de ellas algo
especial y gratificante. También ha permitido, haciendo honor a su
denominación, red, crear un entramado de amigos y amigos de amigos, que acaban
siendo amigos y amigas de uno, absolutamente enriquecedor. Todo esto ha
permitido, en parte, a este grupo de personas a las que me refiero,
desatrincherarse del aislamiento social voluntario al que habían optado.
De la más recóndita e inesperada ventanita,
aparece alguien desconocido hasta entonces, recomendado por amigo o amiga, o
descubierto por comentarios hechos a amigos propios, que nos llaman la
atención, bien por ser afines, oportunos, inteligentes, irónicos, ocurrentes,
aparentemente sinceros, simplemente cumplidos, generosos, elogiosos; o bien por
todo lo contrario, que como en la vida misma, de todo hay, aunque estos últimos
son los menos, y si se quiere, con bloquear su amistad, no solicitarla o no
aceptarla, es suficiente. Si uno no quiere, no hay lugar a que se produzca
enfrentamiento escrito alguno. La norma general es que cunde el respeto.
Agradezco, a los amigos largamente
olvidados, su predisposición a retomar una fantástica relación que me
demuestran en cada contacto escrito. A los amigos de siempre, que sigan
manteniendo activo el contacto aunque sea a base de comentarios o de manera
esporádica. Y a los nuevos, que mutuamente hemos aceptado la amistad, el
excelente acogimiento que me han dispensado.
A los otros, de los que paso o pasan de mí,
desearles lo mejor, yo por mi camino o publicaciones, y ellos por el suyo o por
las suyas.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
4 de noviembre de 2012.
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