domingo, 8 de diciembre de 2013

Sinceridad prudente



Al tiempo que escribo la presente reflexión, me asalta la importante duda de no saber si realmente, no por compromiso ni generosidad, le interesan a alguien los pensamientos que constantemente irrumpen en mi mente. La presente vino a colación de una de tantas fotos que se publican en facebook, y que correspondía a una frase de Mario Benedetti que decía: “La sinceridad siempre nos llevará a odiarnos un poco”. Al respecto mantuve unos breves comentarios con dos apreciadas amigas en torno a la conveniencia o no de aplicar la frase a nuestro comportamiento, y apuntó acertadamente una de ellas, “que si a nosotros mismos o a los demás”. En verdad cabía esta acertada consideración. Igual puede ocurrir que alguien nos odie por serle sincero, como que uno se odie a sí mismo después de que su sinceridad haya repercutido negativamente en la amistad o simplemente en el trato con alguien.

Aquello quedó allí, pero en mi pensamiento quedó un poso que de vez en cuando se removía y analizaba una y otra vez, la conveniencia o no, de ser absolutamente sincero con los amigos. ¿Es posible mantener una sincera relación de amistad, cuando las concepciones en cuestión de ideología de cualquier tipo, es diferente? ¿Y si a ello añadimos una condición económica o social dispar, o cuanto menos, con una diferencia apreciable?

Pienso sinceramente, que de eso se trata, que se podrá mantener una cordial amistad siempre que los límites del respeto no superen un cierto umbral de sinceridad, que cada uno posicionará justo allí en donde la sinceridad que se le brinda, no le llegue a molestar. A mi modo de ver, en una relación amistosa, nunca podrá existir una absoluta franqueza. Existen demasiados parámetros, difíciles de evaluar, como para que, aplicado el grado absoluto de la comunicación sincera, no surja algún elemento que por lo menos, no sea bien acogido; aunque la prudencia del interlocutor le lleve a no replicar lo escuchado.

No ya por regla general, sino como modo de comportamiento obligado, para que la amistad cordial perdure, se debe imponer la máxima referida a la propiedad de las palabras y la esclavitud del silencio. No se trata en absoluto de ser un constante esclavo del pensamiento al no expresarlo, sino sí un digno y consecuente propietario de éste cuando se expresa, siendo consciente de la repercusión que pueda tener. Claro, que si a uno le da igual todo, que no lo creo aunque lo diga, debe estar preparado para la réplica, y en caso extremo, para la pérdida de la amistad sincera.

Por todo ello, tanto a los que considero mis amigos, como a los que me consideráis amigo vuestro, disculpadme si no siempre soy absolutamente sincero con vosotros. Siempre procuro mantener una sinceridad prudente para que la opinión no cruce el umbral de la molestia y mucho menos de la ofensa.


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
8 de diciembre de 2013.

Constelación de estrellas





E
l día veintidós de junio de dos mil trece, alrededor de las nueve de la noche, en Santa María (Font Roja), mientras conmemorábamos el veinticinco aniversario de nuestra boda, la superluna nos sorprendió acechando en el horizonte tras la cumbre de una montaña. Quiso el destino que se situara ese día en su punto más cercano a la tierra de todos cuantos está durante el año (a trescientos cincuenta y seis mil novecientos noventa y un kilómetros), lo que hizo que la viéramos un doce por ciento más grande del tamaño menor posible. Era grande, redonda, brillante, con sus tonos de blancos y grises tan acentuados, que se podía distinguir como nos miraba. También dicen los expertos en la materia que hizo aumentar las mareas, pero desde donde estábamos, en plena montaña, no lo pudimos apreciar.

Pero eso no fue lo más importante esa noche. Lo realmente fantástico es que, mientras suspiraba la luna, impasible y celosa, abajo, nos sentimos envueltos y arropados por una gigantesca constelación de estrellas, no por su número, sino por su grandeza. Allí, en medio, estábamos nosotros, sorprendidos, contentos y emocionados hasta el extremo que permite la emoción, dejándonos llevar ante tanta muestra de aprecio y gratitud.

Pareció sencillo, pero no lo fue. Entre bambalinas habían discurrido los secretos, las ideas y los preparativos para tan magnífico acontecimiento. Una sala de máquinas bulliendo sin cesar precedió a esa noche con unas voces más cantantes que otras, pero todas dignas de nuestro mayor reconocimiento.

Allí estabais todos otra vez, y ahora me vais a permitir que me dirija, sin referirme implícitamente a nadie, a todos y cada uno de vosotros. A saber:
 Tú, que sin ti nada tendría sentido. Vosotros, que sois nuestro motor y que sin vosotros no seríamos los mismos.
Tú también, que aprendes rápido y bien niña, lo cual te dignifica y me llena de orgullo y satisfacción. Claro, que no aprende más quien puede, sino quien quiere, y cada día das muestras de tener un alto interés en seguir aprendiendo de las lecciones que te da la vida, tanto de los buenos maestros, como el que tienes cerca, como del resto que formamos un nutrido grupo de aficionados docentes con aires de superioridad ficticia.
Y me impresiona tu fuerza, mujer, esa que te brota de lo más profundo de tu voluntad y que refuerza la luz del magnífico sol que te iluminó un buen día e hizo renacer en ti la alegría. Me emociona ver aflorar en tu rostro una doble sonrisa pugnando por prevalecer sin que seas tú quien la decida. Lo que eliges es siempre mostrarla poniendo de manifiesto un digno ejemplo que otros, no sólo nos obcecamos en no seguir, sino que elevamos a categoría lo que debería ser y es, anécdota.
Y vosotros, que no llegasteis ni antes ni después del momento preciso y que no vinisteis a desbancar corazón alguno, sino a compartir y engrandecer el espacio común. Pasó el tren del destino y decidimos subirnos en él. El viaje continúa a cortos e intensos intervalos cargados de sentimiento, alternando con otros de manifiesta pasividad que casi siempre impone la distancia.
Y también vosotros, que habéis puesto de manifiesto en todo momento ejemplos de valentía y madurez, de inteligencia, de respeto y necesidad hecha virtud de independencia, pero que al menor reclamo se hace notar vuestro cariño.
Y vosotros, como no, que aunque parezca que asomáis con timidez tras la vorágine, sólo es eso, apariencia, porque en sí, vuestra presencia y manifiesta colaboración en todo, es muestra más que suficiente del profundo amor que desprendéis.
A vosotras, que aún pareciendo que no estoy o no estáis, tengo muy presente quien sois y lo que representáis siempre para mí. Y en vuestro caso, no creo necesario adornar innecesariamente lo que siento por todos vosotros.
Que no se le ocurra pensar a nadie de los presentes en esa celebración, que el agradecimiento ya está todo repartido. Quizás el mérito de lo acontecido sí. Pero, ¿y vosotros? Sí, no miréis para otro lado. Entre vosotros todavía queda gente muy cercana que merece ese tratamiento distintivo, que poco a poco se va perdiendo entre los jóvenes, que yo me resisto a dejar y que me es muy grato verlo utilizar a otras personas. Son ustedes, utilizado el usted como muestra de reconocimiento y respeto. Ustedes, que han luchado con denuedo contra el destino y han conseguido llegar al presente con la conciencia tranquila por el trabajo bien hecho. Así debe ser la impresión que tengamos de ustedes, aunque los tiempos y los pensamientos hayan cambiado. Debemos hacer un esfuerzo y dirigirnos con ese trato a toda persona digno de él.
Y en el fondo de nuestro fondo, aunque casi siempre me cueste mostrarlo abiertamente y las circunstancias presentes lo desvirtúen,  hay un lugar de privilegio para vosotros dos en especial. Nos lo pusisteis muy fácil desde el comienzo y sois parte viva y activa de nuestras vidas desde el día en que, los que hoy somos agasajados con tanto afecto, nos conocimos.

Pues eso, sincera gratitud a todos los que estuvisteis ahí desde el principio de los principios, aunque algunos ya no estén presentes entre nosotros, y a los que os habéis ido incorporando a nuestras vidas con el inexorable paso del tiempo, medida que marca sin piedad aquello que fuimos. Espero haberos hecho pensar a cada uno de vosotros para que consigáis identificaros en el párrafo y la descripción correcta. Tanto si he acertado, como si me he equivocado, espero no haberos defraudado con mis subjetivas impresiones. Seguro que os merecéis mucho más de lo que doy.

A todos.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
15 de septiembre de 2013.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Carta abierta a los integrantes del Novelda C.F. "B"



Hoy es domingo, ha vuelto a amanecer y ha salido el sol. Siempre sale el sol. Sentía la necesidad de transmitir mis sentimientos después de una jornada emocionalmente intensa y siendo capaz de relativizar los acontecimientos, dándoles la justa importancia sin que los hechos nublen el horizonte.

No sé en qué modo y manera serán acogidas mis palabras cuando me dirijo a vosotros. Imagino que, dependiendo del carácter y personalidad de cada uno, de una manera distinta; aunque en general percibo una buena recepción. Lo que os garantizo es que la intención no es otra que aportar un pequeñito grano de arena a vuestra mejora tanto individual como colectiva, y no solo deportivamente.

Tenéis la inmensa suerte de estar apoyados y respaldados por un magnífico grupo de personas (que creo que sabéis quienes son), que han hecho posible no sólo que el Novelda C.F. como entidad no desapareciera, sino que han conseguido hacer realidad la ilusión de crear un equipo senior que sirviera de enlace para posibles incorporaciones de futbolistas al primer equipo.

Sois tremendamente afortunados al estar dirigidos por una persona joven, magníficamente preparada, insultantemente atrevida en lo deportivo, con una confianza en vosotros digna del mayor elogio y con algo que seguro que para casi todos pasa desapercibido: “gestos y decisiones con cada uno de vosotros que pretenden transmitir siempre un mensaje positivo”. Además cuenta con la colaboración y asesoramiento de una persona joven, sensata, nada impetuosa y muy receptiva, que estoy convencido que aporta acertadamente puntos de vista complementarios a su superior y amigo.

Formáis parte de un proyecto que no tiene porqué ser inmediato. Toda obsesión por un objetivo final, sin tener demasiado en cuenta las dificultades diarias que surgen irremediablemente, puede resultar contraproducente para la consecución de dicho objetivo. Soy de los que confía únicamente en el trabajo diario, en el sacrificio individual y colectivo, en mantener viva la ilusión y levantar la cabeza ante cualquier adversidad, sea colectiva por un resultado adverso; o individual por un cambio, una no alineación o una no convocatoria, e incluso una lesión.  Sólo sirve sacar la “mala leche deportiva” que cada uno tenga, tirar de amor propio, confiar en uno mismo, respetar las decisiones, seguir trabajando con humildad y apoyar al grupo. Como bien ha apuntado alguno, remando juntos se llega más lejos. Y se llegue donde se llegue, la conciencia debe quedar siempre tranquila.

Para finalizar, os aseguro que estoy gratamente sorprendido, porque a pesar de vuestra juventud, estáis poniendo de manifiesto una madurez, un compañerismo y un espíritu de sacrificio, que sin duda alguna os hará crecer tanto deportiva como personalmente. Y si alguno ha tenido la tentación de desengancharse del grupo, le ruego recapacite y siga trabajando, porque llegará un momento en que su aportación, será tan valiosa como lo es ahora la de otros compañeros.

Como apuntaba al principio, me parecía esta la mejor manera de que os llegara algo que sentía necesidad de transmitiros. Gracias por vuestra actitud y comportamiento, y os animo a seguir trabajando cada vez que os pongáis las botas. Mi deseo, al igual que el de las personas que os respaldan, es que en un futuro no demasiado lejano, como ya ocurrió en otras etapas, los que venís de abajo tengáis un hueco en el primer equipo.



Luis Fernando Berenguer Sánchez.
17 de noviembre de 2013.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Meta volante



No deja de ser una impresión subjetiva que, apenas des un paso en cualquier dirección distinta de la que los has dado en los últimos años, sólo verás el principio del abrupto camino. Podrá ser que en algún momento de incertidumbre sientas que de poco sirvió el importante esfuerzo final, intermitente intermedio y a impulsos el del principio. Pero si así fuera, sólo serán tus sensaciones ante un panorama que vislumbras poco halagüeño. Con paciencia, te servirá y mucho. Ya te has demostrado (a mí no), de lo que eres capaz cuando te lo propones. El mérito es única y exclusivamente tuyo, y creo que nadie, ni siquiera tú, es consciente de lo que eres ni de lo que puedes llegar a ser. Tu humildad y sencillez no dejan que se aprecie lo que en realidad tiene un tremendo mérito. Has llegado al principio, y mírate, tienes toda la vida por delante para dar mil vueltas por distintos caminos hasta encontrar, no sin sacrificio, el más conveniente para tus intereses. Únicamente desearía, y me atrevería a sugerirte, que no desesperes, que cada pasito que des tenga como motivo un objetivo bien definido.

Los cimientos de tu formación están bien consolidados, no por ello están ya completos, y a los pilares que intentaron siempre sostenerte, a veces con poco acierto, se ha unido un pilar fundamental para ti. Una piedra angular en torno a la cual gira tu vida. Quizá tu mayor apoyo, tu ilusión, tu amor; y ha sido y es, probablemente, el mayor impulsor de ánimos que hayas tenido en los últimos años. Todos y cada uno de los reproches, insinuaciones y comportamientos que has recibido y sufrido en la corta distancia, no han pretendido nunca, aunque muchas veces lo consiguieran, desestabilizar el rumbo que considerábamos adecuado. Y es que a los padres, al paso por las distintas etapas de vuestra vida, los vais viendo cada vez de una manera diferente, igual que nosotros a vosotros. Y tampoco son perfectos, ni se encuentran siempre en posesión de la verdad absoluta, ni siquiera relativa, pero suelen acertar bastante. Pero el exceso de celo nos juega malas pasadas y nos hace cometer errores de comportamiento, olvidando que fuimos jóvenes, o a lo mejor por eso mismo de haber sido jóvenes, pretendemos sin éxito que no cometáis errores que nosotros cometimos. Pero no se aprende ni triunfa sin error, sin autoestima, sin atrevimiento, sin desafíos con impredecible final.

Mis palabras tienen seguro un punto de vista distinto a los puntos de vista de las personas que tomaron la palabra en el acto de vuestra graduación, el Rector Magnífico, la Ilustrísima Decana de la Facultad de Derecho, el padrino de la promoción de los Licenciados en Ciencias Políticas y de la Administración, todos ellos de la Universidad de Valencia y la Presidenta del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. Sus palabras denotaron un gran compromiso con todos vosotros, además de una gran sensatez con respecto a la realidad social, laboral y política que os espera. Nuestras palabras son sinceras pero… ¡Quédate con las suyas que son las que te harán crecer!

¡Enhorabuena y mucha suerte!


Mari Carmen Herrero Azorín.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
8 de septiembre de 2013.

jueves, 29 de agosto de 2013

Aimer les différences




Se me antoja complicado que cale en la sociedad, y mucho menos que ya esté arraigado, un concepto tan elemental para la convivencia como “amar las diferencias”.

“Aimer les différences”, es una frase que se puede leer, porque construída con bombillas de let fluorescentes de color rojo y dando a la frase una forma ondulada, no pasa desapercibida al visitar las murallas que rodean un torreón medieval que constituían la antigua fortaleza parisina, que pasó a ser Palacio Real, y que actualmente es el Museo del Louvre de París. Allí, en su sótano, se conservan dichas murallas a modo de reliquia para su exposición.

La frase en sí quizá no haga reflexionar a casi nadie. En general, se considera aceptado que dicho requisito, personalmente, lo cumplimos todos. Pero me temo que si vamos ampliando el círculo social paulatinamente, el amor por las diferencias va siendo inversamente proporcional al tamaño del círculo. Y no hay más que ir pensando en familia, vecinos, barrios, ciudades, regiones, países, razas, pensamientos, religiones, etc., para comprobar que es cierto lo que digo.

A mí, particularmente, al instante me impactó la frase. Uno ama lo propio, lo afín, lo que piensa. Se muestra en buena medida tolerante con los que tiene más cerca, pero el nivel de amor a lo diferente, va descendiendo a medida que la diferencia se va alejando de su ámbito de acción (inconscientemente, claro). Puede ocurrir incluso, que desenvolviéndose uno con personas afines, cercanas, con las que convive o trata  diariamente, alguna diferencia pueda llegar a convertirse en un verdadero obstáculo, que si no se salva a tiempo, derivará en  barrera infranqueable.

Debo aclarar que esta reflexión surge a raíz de mi primera experiencia fuera de las fronteras de España. El destino, en forma de familia, nos dio la posibilidad a mi mujer y a mí, de conocer la ciudad de París, por lo menos lo más emblemático de ella. Su majestuosidad y la belleza arquitectónica de sus edificios, que en sí ya son un espléndido museo al aire libre, están allí desde hace cientos de años la mayoría de ellos, y por tanto, sólo pendientes de que los responsables en cada época, se preocupen de su conservación, y permitir de este modo que las generaciones venideras puedan seguir disfrutando de tan espectaculares edificaciones. Siendo el motivo principal del viaje, conocer la capital francesa en la conmemoración de nuestras bodas de plata, y del cual nos traemos un imborrable recuerdo, la mente se me desliza incontroladamente a la calles de París. En ellas, caminando, impregnándose uno de todos y cada uno de los detalles de la gente con la que se va cruzando y que habita o no en la ciudad, comprueba las innumerables diferencias que caracterizan a todas esas gentes. Gentes de distintas razas y culturas, por supuesto de ideas absolutamente dispares, que comparten  trabajo, conversan, ríen, discuten, compran, venden, pasean, y sobre todo, conviven. No sé si unos a otros se aman sus diferencias, pero por lo menos, aparentemente se las respetan, cosa que en sí ya es un importante logro para la convivencia.

Los que han hecho posible nuestro viaje, y además conocen mi afición a dejar constancia escrita de mis experiencias y pensamientos, se habrán quedado esperando en vano un relato a modo de diario, en el que constarían detalles de los maravillosos y espectaculares edificios y la vasta colección de arte de todas las culturas y tiempos que alberga París. Ya ven, sin desdeñar lo anterior, me traigo una concepción del mundo y de la convivencia que me ha hecho pensar. Imbuidos, sugestionados e influenciados como estamos por los políticos y los medios de comunicación, creamos un mundo de insidias, egoísmos, venganzas y cuantos calificativos se quieran añadir, que desvirtúan el principal argumento que mueve a las personas, que es vivir dignamente y convivir con los diferentes, tanto en razas y culturas como en pensamientos.

Confieso que desde ese día me propuse cumplir con esa máxima, pero admito que dudo mucho acerca de si lo estoy consiguiendo o no. También dudo de que si amar las diferencias lleva aparejado que a uno le parezca bien todo lo que hacen o piensan los demás, sobre todo los más cercanos. En fin, que no consigo encuadrar acertadamente el amor por lo diferente. El respeto sí, por supuesto, pero eso lo hacemos casi todos. De todos modos, no está demás, que procuremos “Aimer les différences!”


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
29 de agosto de 2013.
                                                                                                                                            

martes, 11 de junio de 2013

Sembrar y recoger



Desde que el mundo es mundo y existe la especie humana, imagino que como ahora, siempre existió la maldad. Y no intenten desdecirme ni convencerme de lo contrario. Cuando alguien te dice que hace algo por tu bien, lo que está queriendo decir es que quiere que hagas lo que él quiere, o lo que a él le conviene; o bien que quiere que hagas aquello que a él no le suponga ningún perjuicio o le depare algún beneficio. Cuando alguien realmente quiere lo mejor para ti, directamente lo hace y hasta es posible que ni te enteres hasta no descubrir el fruto de su acción.

Yo sé, que desde que uno tiene uso de razón y abre la puerta que da a la vida, tiene absoluta libertad para decidir que actitudes sembrar allá por donde transite. Por más que nos empeñemos, la naturaleza es siempre sabia, agradecida y hasta generosa. Quien siembra maldad, maldad incrementada recogerá. No debe ser el caso. Supongo. Hoy ha habido recolecta. Los frutos, magníficos y variados.

Es una mañana de domingo cualquiera del mes de abril, rutinaria. De las que uno anhela que llegue tras una dura semana. De las que, como va siendo norma habitual, uno comparte desayuno con su más preciado tesoro. De esas mañanas dominicales en las que uno renuncia a su habitual vuelta en bicicleta de carretera. ¿Cansancio? ¿Algo de pereza? ¿Alguna molestia física? Da igual, uno se auto excusa con cualquier pretexto y ya no le importa. Hace tiempo que no se siente esclavo de la actividad física. Le sigue apasionando pero no a la fuerza, ni se obliga. Si le apetece, la ejercita; y si no, la pospone. Y así le va mejor que cuando se obligaba, que fue casi siempre.

Acaba la carrera de Moto 3 de uno de los primeros grandes premios del Mundial de Motociclismo y recibe una proposición, en principio sorprendente, pero que acepta sin analizar por infrecuente y sana: ¿Nos vamos a caminar? Por supuesto. No hay ruta definida pero da igual, con tal de hacer algo de ejercicio, y sobre todo, que lo haga quien yo sé, la ruta es asunto menor. Dirigimos nuestros pasos bordeando el cauce del río para después desviarnos y recorrer el perímetro del pueblo. Casualmente, pasamos por la puerta de la comparsa de los Árabes Beduínos, y desde la distancia, vemos que nuestra hija y su novio están en la puerta, pero se meten para adentro sin vernos (creo yo). Ellos ostentan cargos en la directiva de la comparsa y por tanto no veo nada extraño en que estuvieran allí. Mi intención es la de seguir para no romper el ritmo, arguyendo que no nos han visto, y que por tanto, no supone la acción ningún desplante. No sirve de nada mi argumento, llegamos a la puerta, cruzó el umbral yo primero y… 

En una magnífica y coordinada estratagema, dirigida ante mis narices con mi absoluta ignorancia por Mari Carmen, y con la complicidad de mis hijos y familiares, han organizado una comida para celebrar mi primer medio siglo de vida. Allí dentro encuentro todos los frutos a los que me refería anteriormente. Presencia, que ya es suficiente motivo de agradecer para alguien de natural distante e introvertido, poco sociable y nada amigo de reuniones y celebraciones. Algunas ausencias por motivos de fuerza mayor, paliadas con creces con llamadas telefónicas sincronizadas en el tiempo con impecable coordinación. Sentidas manifestaciones de amistad de un selecto grupo de amigos y amigas a los que son aplicables cualesquiera de las frases que se utilizan para definir, realzar o sintetizar el concepto de amistad. Emocionantes muestras de afecto en general que fueron capaces de hacer aflorar la congoja. El mejor y más preciado fruto que uno puede recolectar después de haber arado y sembrado en su transitar por la vida, brotó a borbotones incesantes en cada beso, felicitación y, sobre todo, ABRAZO que recibía. Porque el AMOR no se habla, se da. Y uno se siente bien al darlo. ¡Pero amigos!, cuando sin palabras, se recibe un abrazo, de esos en los que la presión de los brazos ajenos ejercida en tu espalda hacen sentir en tu pecho el latido del corazón contrario…, eso, de solo pensarlo ahora, y como en aquel momento, enturbia mi mirada.

Por supuesto que eso, en ese momento puntual, ratifica y certifica una constante manera de proceder diaria, que sin ella, lo otro, carecería de valor. Hay miradas y abrazos que marcan, y los vuestros, porque sabéis quienes sois, los llevo siempre puestos. Luego, cada uno tiene su vida, su devenir diario, sus problemas, sus obligaciones, sus aficiones, sus enfermedades, sus manías, su carácter y todo lo demás; pero ya son demasiados años los que me conocéis como para tenerme ahora nada en cuenta. Me hicisteis pasar un día fantástico. Sois lo más grande que me ha pasado en la vida: ¡SOIS MI FAMILIA!

¡OS QUIERO!


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
9 de junio de 2013.

sábado, 1 de junio de 2013

Incongruencias



Algunos llegan y se van por donde han venido, no sin antes haber dejado su huella y su impronta, y de vez en cuando, sus desvaríos. Unos cuantos son de madera, tarugos vamos, y los hay que hasta da la impresión que su materia prima es de un tipo particular de madera, de la de alcornoque. Otros llegaron para quedarse, justificando el fin con los medios y las formas, haciendo creer que lo hacen por nosotros y reiterando que no para lucrarse.

Generalizo a propósito porque ellos generalizan. Dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Y me incluyen a mí. Y dicen también que hay que ser solidarios y apretarse el cinturón. Y obedezco a la fuerza. Contribuyo en la parte que me imponen y de la que no puedo librarme ni queriendo, y de tanto apretarme, la cintura la tengo de avispa, estoy que no quedo, me gustaría que me vieran.

He dejado de desear que nadie me explique nada, porque cuando lo hacen no dicen nada, y si lo dicen, utilizan un tono chulesco y unos argumentos tan disparatados que se asemejan y hacen entendible el contrato de Groucho Marx en lo referente a la parte contratante de la primera parte. No quiero ver más en la pantalla de plasma a responsables, que deciden por mí, dando lecciones de urbanidad, ni mucho menos otorgándose el don de la sabiduría, de la docencia, de la veracidad, y hasta de la prepotencia sin decencia. O eso, o se piensan que somos tontos; o peor, nos consideran tontos. Pues no.

No me diga mas, señora, en que consiste una “indemnización en diferido como tal”. Y tampoco gasten energías en aclararme como unos papeles y unos sobres que antes no existían, que nadie sabe de ellos, que luego son falsos y como última ocurrencia se les da viso de normalidad a cuenta de préstamos, donaciones o cualquier otra justificación, para terminar siendo sobresueldos como compensación por el servicio prestado al partido. Todo decente, vamos. Para mí, nada de lo que dicen es verdad, y lo que me apena es que son conscientes de que cuando hablan, mienten; y si no, se traicionan o se encubren.

Y de momento sigue sin pasar nada. Unos llegan y se van, mientras que otros se quedan. Dicen los optimistas que el peso de la ley caerá sobre todo aquél que metió la mano en la caja de todos o la de ellos, o que se aprovechó del cargo en beneficio propio, o que defraudó dinero que nunca existió mas que en unos apuntes hechos a mano. O que cogió el dinero sin siquiera llegar a la caja ni a los papeles y los metió en un maletín camino de Suiza. O que se fue de viaje o le montaron fiestas. No se le ocurra a usted hacer nada parecido porque lo trincan en menos que canta un gallo, y ya pueden ustedes cultivar dinero en macetas que no serán capaces de recolectar dos millones y medio de euros en menos de veinticuatro horas, como ha hecho un prestigioso “bankiero”. Y aunque los pillen con “el carrito del helao”, se afanarán en hacer creer que lo que empujan ni es un carrito ni lleva “helao”.

Hay colmos que encumbran la desfachatez y la incongruencia. Acabo de recibir una buena noticia. El Ministerio de Economía y Hacienda me acaba de notificar, mediante borrador de la Declaración de la Renta, que la misma me sale positiva, es decir, a pagar veintiocho euros. Sumados a unos pocos miles de los que se fueron apropiando mes a mes durante el pasado año a través de la nómina, suman una nada desdeñable cantidad. ¿Dónde está la buena noticia? Muy sencillo. En los párrafos siguientes de la notificación me comunican que me perdonan esos euritos de nada, porque como no llego al mínimo obligatorio de renta para presentar la declaración, que si no la presento, no los pago. Al mismo tiempo el Ministerio de Educación le comunica a mi hija, en último año de carrera, que le deniegan la beca porque los ingresos de sus padres superan el umbral mínimo para la concesión de la ayuda. ¿En qué quedamos, para unas cosas gano poco y para otras mucho? ¡Aclárense! Y no sólo eso, la subida de las tasas universitarias este último año ha sido absolutamente escandalosa.

Lo último es que acabo de oir hablar de “desindexación” de las pensiones, y de contratos no sujetos a convenio, y de más IVA, y de Bruselas dice…, y que la OCDE prevee…; y mientras tanto, el ente inane que tenemos por presidente, a dejarlas pasar, como aquellos “hilillos de plastelina”, ¿recuerdan? No se apuren, mayo ha acabado y ya tienen mis ingresos a cuenta del IRPF. Y sigo sin ver hecha realidad ninguna reforma “recortadora” que les afecte a ustedes. Tranquilos, todavía les quedan dos años y pico para no hacer nada que pueda reactivar el consumo y animar a las empresas a emprender y contratar.

¡RESISTIRÉ! (Si me dejan).




Luis Fernando Berenguer Sánchez.
31  de mayo de 2013.

sábado, 18 de mayo de 2013

Entre el pasado y el presente, un ego.



Aquí donde me ven, o me leen, un aficionado futbolero,  moderado y colchonero, de los que no chincha ni escarnía, a quien de niño, D. Santiago Bernabeu, en su visita a Novelda acompañando a su Real Madrid para jugar un partido amistoso, le firmó un autógrafo apoyando el papel en la chepa, no da crédito. Quien admiró el fútbol, la entrega y el señorío de aquel Madrid de las memorables remontadas, con grandísimos futbolistas como García Cortés, Camacho, Gallego, Maceda, Butragueño, Michel, Santillana, Sanchís, y a la cabeza de todos, el corazón indomable de Valdano, que puso en boga aquello del “miedo escénico”, refiriéndose a la olla a presión que era el Bernabeu en los partidos europeos con el resultado en contra.

Este mismo que no se perdía ningún partido del Real Madrid, para fijarse bien fijado, en lo que hacía o dejaba de hacer por la banda derecha Michel, para luego intentar emularlo, sin conseguirlo, en su modesto Novelda. Todo se quedó en la teoría, luego en la práctica uno no hacía más que correr como un descosido y acabar exhausto cada partido.

Aquel Real Madrid, que en boca de mi buen amigo y entrenador que fue, Sergio, “no tiene desperdicio”, decía. Ese mismo equipo señor, respetuoso y respetado, con las lógicas rivalidades deportivas, bien recibido allá donde fuera, y buen anfitrión de sus huéspedes.

Ese mismo yo, que una vez retirado del fútbol activo, tuvo la fortuna de vivir una jornada emocionante y gratificante. Con la misma ilusión que despierta en un niño estar sentado al lado de sus ídolos, compartiendo mesa y mantel con futbolistas del Real Madrid que lo habían sido todo en el mundo del fútbol, estaba yo; y a las pocas horas los tenía enfrente, dispuesto a jugar contra ellos un partido de FÚTBOL. Allí estaban los veteranos García Navajas, García Cortés, el veteranísimo portero Vicente, Miguel, que jugó gran parte de su carrera deportiva en el Elche. También estaban Santillana, Magdaleno, Guerini y como capitán, D. Amancio, con casi sesenta años. Y allí estaba yo, ilusionadísimo, corriendo tras el balón que siempre tenían ellos. El “chupete” Guerini, en un lance del juego, me dijo que yo corría mucho, que no era veterano y que estaba todavía para jugar, pero que no me cansara más corriendo, que de cada diez veces que lo hiciera igual le quitaba una. ¡Manda huevos el argentino! Para ver como se pasaban el balón me hubiera quedado en la grada.

Y todas estas añoranzas para qué. Saltemos un buen trecho en el tiempo y situémonos en la actualidad. Con la misma objetividad que he relatado lo anterior, encuentro ahora un Real Madrid desvencijado. En líneas generales, allá donde va, al Madrid se le pita más que se le aplaude. Un “ego” incomprensible para mí, se he encargado, él solito, de enterrar y echar cal por encima a todos aquellos valores que caracterizaron a la entidad blanca. Y pienso sinceramente que hubiera dado igual que consiguieran algún título. Lo que ha hecho no conseguirlo ha sido acrecentar esa sensación de rotura y desunión. Las formas, los comentarios egocéntricos (yo, yo y yo), las decisiones, los comportamientos en general de ese ser tan orgulloso y prepotente, han hundido la imagen del Real Madrid, señor que otrora fue, y han desunido a gran parte de su plantilla. Futbolistas ayer imprescindibles, hoy veían el partido desde la grada o el banquillo. Todos los entrenadores que consiguen algún objetivo, coinciden en afirmar, al ser preguntados por el éxito, que éste radica principalmente en la unión del vestuario. El citado no habla mas que de él mismo, y si habla de alguien es para menospreciarlo.

A pesar, como sabéis, de ser fiel rojiblanco, deseo, para el bien del Madrid y del fútbol español, que salga del corral blanco ese pollo que lo ha dejado todo perdido. Y ni lo nombro. Y que el Real Madrid recupere cuanto antes su prestigio y su señorío. Los sensatos aficionados lo agradecerán, y sobre todo a los niños les vendrá bien.  Y antes que se me echen al cuello, que sí, que en todos sitios cuecen habas, lo que hay que procurar es que no se pasen y no se deshagan. Y si hay alguien capaz de abstraerse al fanatismo del color, y de verdad le gusta el fútbol, conseguirá, a pesar de todo y de todos, disfrutar de tácticas y estrategias como yo disfruto. Aunque parezca que todo está inventado y que casi siempre se impone el talento, ayer en el partido de la final de la Copa del Rey, que disputaron los equipos del Real Madrid y Atlético de Madrid, descubrí hasta casi una decena de detalles tácticos y estratégicos que guardo para mi satisfacción. La más importante, el triunfo por supuesto; la más ingrata, ver a un equipo dividido y sin entrenador. Y conste que el Real Madrid, con la incuestionable calidad que atesoran casi todos sus futbolistas, tuvo clarísimas ocasiones de gol para haberse llevado el partido.




 Luis Fernando Berenguer Sánchez.
18 de mayo de 2013.

sábado, 4 de mayo de 2013

Vaivanes



Un desagradable recuerdo turba aún más mi intranquilidad. Imagino de nuevo ver a mucha gente en la pantalla de la televisión, sentada en los escaños del Congreso de los Diputados, pitando y aplaudiendo cual si fans del más afamado cantante o fanáticos aficionados futboleros se tratara. Un deplorable espectáculo de quienes han sido elegidos por el pueblo español para representarnos e intentar gobernarnos. Una frase, que no se escucha pero que se lee claramente en los labios de una señora, repetida varias veces y gesticulando con los brazos al tiempo que la pronuncia, cala en lo más hondo de mí. ¡Que se jodan! ¡Que se jodan! ¡Que se jodan!...Los demás siguen aplaudiendo o pitando dependiendo del asiento que ocupan. ¡Qué pena! Hace ya algún tiempo de esto, y no entiendo porque me viene ahora a la memoria. Será que en la realidad ya empiece a estar jodido.

Y si así fuera, por eso siento que te desvaneces e irrumpes como el aire, ánimo. Cual carrusel ondulado que aprovecha el descenso para tomar impulso y salir despedido al ascender, con euforia desmedida, al firmamento. Para volver a descender en vertiente imposible hasta lo más hondo del sentimiento humano. Para descifrar allí y no entenderlos, comportamientos humanos malignos, rencorosos, soberbios, orgullosos, egoístas, intransigentes. Para emerger de nuevo con ilusión renovada, agradecimiento no expreso por lo recibido, sin ningún rencor y el perdón concedido sin olvido del mal recibido. Con la cabeza bien alta pero con la sensación de ser como una olla a presión a punto soltársele el último tornillo que soporta el arnés, que una vez más ha resistido el envite. Con el dolor difuminándose poco a poco. Con proyectos asumibles a medio plazo. Con calma, sin precipitación ni decisiones drásticas que satisfarían al desafiante provocador. Estás vendido amigo. La ley ni te protege ni te ampara. ¿A dónde hemos llegado? ¿Cómo terminará esto? El rico es cada vez más rico, y a él, si su fortuna es lícita, no lo critico; y el pobre, ¡pobrecito del pobre! ¿Y la clase media? En vías de extinción, amigos.

Aquí empieza una nueva etapa en esta imprevisible vida. Recién estrenado el segundo medio siglo de mi existencia. ¡Qué mejor momento! Con el aliento, apoyo, protección y paciencia de la gente que me rodea. Que sin palabras me entiende, y con gestos y abrazos siento tan cerca, tan presentes. Cada uno de vosotros sabéis que estáis, os reconoceréis, sentiréis mi agradecimiento. A partir de este mismo instante, en que la situación es irreversible, la sala de máquinas ya está en proceso de puesta a punto para emprender una nueva y deseada desde siempre travesía. Veo que me equivoqué. No hace mucho, al cruzar ese emotivo umbral de la cincuentena, no auguraba para mí premio bueno alguno con que la vida me fuera recompensar a estas alturas de mi existencia, con casi todo resuelto y tanto inesperado por resolver.

Llegó el momento, amigo. Recoge bártulos, prepara el equipaje, infúndete del valor que nunca tuviste y afronta, ya que te has decidido, con todas tus fuerzas esta nueva empresa. ¡Suerte, maestro! Aprovecha ahora que estás arriba. Sabes que puedes y sobre todo, te lo debes.



Luis Fernando Berenguer Sánchez.
4 de mayo de 2013.

sábado, 20 de abril de 2013

Siento que llego



Hace ya algún tiempo que siento que me acerco. Él está ahí, insensible, acechando mi llegada para, en el mismo instante, quedarse atrás. Ha sido un largo camino el que he tenido que recorrer hasta llegar a este punto en la vida que desnuda mi sensibilidad. Me emociona sólo el pensar que llegaré. No da igual en que situación y condición, pero llegar y pasar ya es motivo de satisfacción. A la vez me desconcierta saber que el paso será efímero, que no encontraré nada nuevo del otro lado, ni sentiré diferente porque no podré detenerme allí. Me vienen a la memoria aquellos versos de Antonio Machado en los que nos recuerda que estamos de paso: “Todo queda y todo pasa, / pero lo nuestro es pasar, /  pasar haciendo caminos, / caminos sobre la mar. / Nunca perseguí la gloria, / ni dejar en la memoria, / de los hombres mi canción.”…

Nunca antes hasta ahora había tenido la sensación de que me acercaba tan deprisa. ¿A dónde? Ni yo mismo lo sé. Pero donde quiera que sea, unas veces con la calma que proporciona la experiencia, otras con la incertidumbre de no saber nunca lo que va a suceder, algunas con la impotencia propia de la condición humana y siempre, con la subjetividad condicionada por los propios ideales, observar cuanto acontece a mi alrededor e intentar condicionar hasta el límite de lo posible mi destino. En algunos momentos o situaciones, puede que se haya instalado en mí algo tan peligroso como desaconsejable como es el conformismo. Pero es que uno ya ha vivido tanto, y pasado por tantos trances, que cada vez le van quedando menos resortes donde se pueda sostener imaginar, y mucho menos pretender, que la vida le vaya a premiar con algo tan extraordinario como inesperado, que hasta ahora no le haya ocurrido ya. Más bien desea, que lo bueno que le pueda ocurrir, le suceda mejor a los que vienen por detrás de él.

Y no es que piense que al llegar y pasar, ya no haya vida después. Al contrario, tengo muy buenos ejemplos, tanto entre amigos y conocidos como en desconocidos, que me demuestran a diario que tras ese momento, que apenas durará un segundo, todo seguirá igual. Seguiré siendo el mismo, tendré los mismos gustos y aficiones, los mismos defectos y las mismas virtudes (si es que humildemente pienso que tengo algunas), pensaré como hasta entonces (en ocasiones con los mismos errores y contradicciones de siempre); si conservo el trabajo, allí seguiré; o a lo mejor todavía, si llega algún momento en que la obligación quede algo liberada, me atreva a aventurarme en algo que no mine tanto la salud física. Los hijos seguirán creciendo, acabarán sus estudios, se marcharán (la mayor de casa y del país, el pequeño ya se verá); me aferraré con todas mis fuerzas a la persona que me acompaña y a la que siempre amé. Y en cuanto a lo físico, las dolencias y limitaciones comerán terreno a la actividad física que siempre en exceso desarrollé, de hecho, ya me lo van comiendo casi sin darme cuenta.

Por otro lado, no espero encontrar ningún precipicio ese momento del veintitrés de abril de dos mil trece, porque es seguro que ya crucé la cima, y ando algún tiempo ya, con el freno de mano echado para no descender demasiado deprisa la cuesta inversa de la vida, cosa que soy consciente no depende del todo de mí. Sin duda gozaré o sufriré por cosas diferentes en cada momento, como todos. Pero mientras quede en mí un hálito de sensatez, cordura e independencia, procuraré mantener el pulso firme en las batallas contra mi más poderoso enemigo. En más de una ocasión me venció, pero ya hace tiempo que consigo mantenerlo a raya y seguiré luchando para que nunca más me pueda derrotar.

Y disculpen que insista, pero es que ya llego. Y no es que lo sienta, ni lo vea, ni lo oiga, pero no puedo disimular que me gusta la sensación interior y personal de haber tenido la fortuna, que otros no tuvieron, de haber llegado ya al medio siglo, y sobre todo, poder contarlo.


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
17 de marzo de 2013.

lunes, 25 de marzo de 2013

Un cofrade tardío



Es Semana Santa de uno de aquellos años en que uno no entiende demasiado de la Pasión de Cristo. La “palma” ya está en casa. Larga, más alta que uno mismo y más larga que la del año anterior. Esos Domingos de Ramos siempre había que estrenar algo, aunque las circunstancias hacían que algunas veces fueran tan solo uno calcetines blancos, de aquéllos que no daban de sí, almidonados, con agujeritos pequeños. Otros años, el presupuesto o las necesidades propias del crecimiento, hacían que la prenda a estrenar fueran unos zapatos de charol, que luego se guardaban exclusivamente para los domingos y festivos. También podía caer algún jersey o unos pantalones cortos. Sí, digo bien, pantalones cortos que hacían que los muslos se pusieran morados los días de frío. Era lo habitual, los chicos llevaban pantalones cortos hasta una edad en la que los pelos de las piernas empezaban a no ser agradables de ver. No faltaba tampoco la foto en la Glorieta o en la Plaza Vieja, delante de Jorge Juan, firmes, asidos a la palma apoyada en el suelo.

Uno ya no recuerda muy bien si sus padres lo llevaban a ver alguna de las procesiones que se realizaban durante la semana, hasta el Viernes Santo. Pero de ese día, sí que anidan en la memoria algunas imágenes, como fotos fijas, de algunas Cofradías y Hermandades y de los tronos que les acompañan en las procesiones. Tengo muchas, pero de entre las imágenes más llamativas podría destacar la solemnidad del “Santo Sepulcro”, con Jesús yacente, foto en la que veo a la gente puesta en pie al paso del trono. A la cabeza de las dos filas de cofrades, dos bombos que se responden con rabia un solo golpe, a intervalos de varios segundos, que se hacen eternos. Otra imagen impactante, guardada en el recuerdo, es la de “Nuestro Padre Jesús”, con su túnica morada, portando la cruz a cuestas y la corona de espinas sobre la cabeza, camino del Calvario. Pero ya digo que de esos años, todo eso no son más que fotos sin relación ni discernimiento.

Si damos un pequeño salto en el tiempo, tampoco demasiado, uno recuerda que acudía ya a la procesión del Viernes Santo, en la que procesionan todos los pasos, con sus amigos. La procesión siempre se veía dos veces. Una al principio, colocándonos a un lado, y otra en el tramo final, situándonos ahora en el lado contrario. Había que hacer el  mayor acopio posible de caramelos, con los bolsillos de  la chaqueta y del pantalón a reventar. Era un bonito juego de desconocimiento sobre quien alargaba la mano para ofrecernos caramelos y de incertidumbre, a la espera de ser obsequiado o no por el capucho que pasaba por nuestro lado.

Luego llegaría ya la adolescencia, y el juego, aparte de consistir en descubrir quien era el que nos había dado los caramelos, introducía la variante de observar los zapatos y la mano del cofrade (si no llevaba guantes), para averiguar si era una chica la que nos obsequiaba. Esta variante en el juego podía llegar a ser obsesiva hasta tal punto, que en más de una ocasión nos íbamos al final de la procesión, a Plaza Vieja, para esperar al capucho en cuestión y averiguar, en el momento de descubrirse, de quien se trataba. Algo alejados y medio escondidos, asistíamos a ese maravilloso momento de comprobar si la persona que iba bajo el capucho, era la chica que nos gustaba. Un momentazo.

Y uno ya crece más, y hay un momento en el que casi desconecta de este mundo de la Semana Santa. Siempre me llamó la atención pero nunca lo suficiente como para involucrarme en ella y participar como cofrade. Tampoco se dieron las circunstancias adecuadas que me hicieran dar el paso. Ni en la familia ni en el grupo de amigos había nadie que perteneciera a ninguna Cofradía. Haciendo una breve aclaración, añadiría, que mi relación con la Iglesia Católica ha tenido constantes altibajos. Los momentos de mayor acercamiento, dos sobre todo, coincidieron con las comuniones de mis hijos. Fueron dos épocas, en las que por coherencia y también por convicción, viví muy de cerca la religión católica. Luego, la relación se ha vuelto a enfriar, pero reconozco que el poso católico siempre ha estado ahí. Yo decía y digo, que soy católico no practicante. El motivo no es otro que encontrar una barrera infranqueable que moralmente me impide acercarme incondicionalmente a determinados postulados retrógados, incoherentes y hasta despreciativos hacía a algunas personas, en los que los máximos mandatarios de la Iglesia Católica se muestran intransigentes. Alguno de esos postulados, que no voy a especificar, afecta directamente a personas buenas, muy queridas por mí. Y mi elección es clara.

Pero volviendo al tema, ya han pasado bastantes años más, y a pesar de todo, mi poso católico, a mi modo, sigue intacto. Para ser cofrade sólo faltaba que en algún momento concurrieran las circunstancias y el momento adecuados para ello. El momento podría haber sido cualquiera, yo mismo lo hubiera podido elegir, pero nunca lo hice. Por tanto, era necesaria la circunstancia, que llegó en forma de persona apasionada por la Semana Santa. Era y es, uno de los pocos del “paso”, que durante todo el año venden lotería para el último sorteo del mes, con un beneficio nada extraordinario para el trajín que ello conlleva. Es también uno de los hermanos que va empujando el carro en las procesiones. Lo conocí en el trabajo. No estuvo demasiado tiempo allí, pero desde el primer día encontré en él una cercanía de las que pocas veces se encuentra. Pronto surgió el tema de la Semana Santa y del “pas” en nuestras conversaciones, y a las pocas semanas, ya me empecé a quedar con un décimo de lotería de la Hermandad. La cosa se fue calentando, y ese primer año, ya le quise pagar la cuota para apuntarme. No la pagué, no me dejó. Me animó a que me hiciera la Vesta, que saliera en las procesiones y añadió que el primer año tenían como norma no cobrar la cuota a los que se apuntaban, que con el gasto del traje era más que suficiente. Así y todo continué sin decidirme, y tuvo que ser mi mujer, Mari Carmen, la que en connivencia con mi amigo, Luis Javier Cantó, urdieron la trama. Mi mujer compró la tela para mi Vesta y para la de nuestro hijo Luis, y Luis Javier le prestó un traje para que la modista se guiara a la hora de confeccionarlas. Por descontado que tuve que ir a la modista, más que nada para que el traje saliera de mi medida. Por ello ahora, les agradezco a ambos el empujón que me dieron y que me convirtieron, por fin, en un cofrade tardío.


Y llegó el día, Martes Santo, siete y media de la tarde, plaza de Santa Teresa de Jornet (San Roque). El carro, trono es más correcto, ya está preparado en la puerta de la Iglesia de San Roque. Las flores frescas y coloridas y los cirios encendidos dan majestuosidad al conjunto escultórico de “Jesús Caído”, formado por las imágenes de Jesús Caído con la cruz a cuestas, un trompeta y un sayón instando a Cristo a levantarse. Impacta observar detenidamente la resignación y el sufrimiento que refleja el rostro de Cristo y la agresividad del sayón. Los encargados del paso empiezan a formar las dos filas delante del carro, una a cada lado. Van enganchando los palos unos a otros con cuerdas y arneses. Comprueban que todos tienen la luz encendida. Nos hacen ir avanzando para quedar en posición. Nos colocamos los capuchos. Todo listo.

La banda de música comienza a tocar los primeros acordes de una marcha procesional que no recuerdo. Las filas empiezan a avanzar, cierro los ojos, doy gracias y un escalofrío recorre todo mi cuerpo dejándome los pelos de punta. No puedo controlar las lágrimas que se deslizan por mis mejillas. Por fin, muchísimos años después de haberlo deseado, ese Martes Santo de dos mil nueve, comienzo a procesionar con la “HERMANDAD DE JESÚS CAÍDO”.


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
21 de marzo de 2013.