jueves, 24 de mayo de 2012

Añoranzas futbolísticas


Eran otros tiempos, aunque no demasiado lejanos. Todo ha ido demasiado deprisa, incluso el fútbol. Pero no es que haya evolucionado el fútbol en sí como juego, que ha quedado estancado en un reglamento obsoleto que a veces premia a quien no lo merece. Lo que ha evolucionado a un ritmo vertiginoso es el entorno, empujado sobre todo por el auge económico que irrumpió en todas las familias, siendo en las de menos nivel de ingresos en donde más se notó. Estoy hablando de fútbol base.

En los equipos de ciudades pequeñas o de pueblos, ningún padre pagaba para que su hijo jugara al fútbol. Los equipajes, incluso los del primer equipo, eran propiedad del club, pagados seguramente por algún directivo o por alguna empresa. Daba igual la corpulencia o la altura de cada uno, la camiseta, o te venía bien o llevabas un saco o ibas apretadito.

Los desplazamientos se hacían en autobús, incluso los de los equipos de la base, claro que hablando del Novelda C.F., sólo había un equipo infantil, un juvenil y luego más tarde un equipo promesas, que provenía del Sagrado Corazón.

En el equipo, todos, o casi todos, tenían botas, pero la mayoría eran las más baratas del mercado, casi todas iguales, completamente negras. Eran las “Marco”, y bien buenas que eran. Si no se te quedaban pequeñas las seguías utilizando, incluso con la puntera desgarrada y un par de láminas de algodón para suplir las descosidas o partidas lengüetas. Eran la excepción los que llevaban botas algo más caras o nuevas (Kelme, Puma, Adidas, por citar algunas).

El brazalete de capitán, directamente no lo había, uno tenía que ingeniárselas para buscar algo que lo identificara como un orgulloso capitán. Una muñequera elástica con franjas de colores podía servir.

Los campos de fútbol…Interesante lo de los campos de fútbol. Sólo en los pueblos o ciudades con un primer equipo militando en Tercera División, y no todos, eran de césped natural. Pero muy pocos estaban en buenas condiciones, Benidorm, Alcoyano y pocos más, por citar los referentes, mantenían un césped en condiciones aceptables. El resto de campos estaba lleno de calvas y brotes de hierba aislados que lo hacían tremendamente irregular, incluso peligroso, porque podías pisar mal y doblarte el tobillo. Todos los demás eran de tierra, y no pasaba nada. Entrenabas y jugabas, y lo máximo que te podía ocurrir es que de vez en cuando llevaras la parte lateral de los muslos o los codos raspados.

En relación a los padres, me gustaría reseñar que pocos o muy pocos iban a ver  los partidos de sus hijos, y no digamos los entrenamientos. Cuestiones laborales, familiares o simplemente preferir descansar después de una dura semana laboral, hacía que fuéramos solos a los entrenos o los partidos de casa, y al lugar de salida para los desplazamientos en autobús. Tampoco todos los padres tenían coche.

Dejo para el final lo más importante para mí. La ilusión, las ganas y el compromiso. Todo estaba más bien generalizado. Aquél al que le daba igual, iba por ir, no mostraba interés o no daba el nivel; o bien no se le hacía ficha o si se le hacía, acababa no jugando, y al final era él solo el que lo dejaba.

Podría ahora extenderme marcando las diferencias y reseñando cuales han sido los cambios, pero no lo voy a hacer, estoy convencido que todos sabemos como funciona todo ahora en cada uno de los apartados que he descrito.

Siento mucha añoranza de todo aquello. Era un mérito muy grande y se sentía uno tremendamente orgulloso si conseguía ponerse la camiseta del primer equipo de su ciudad y muchos lo conseguimos.

Llevo demasiados años esperando que eso vuelva a ocurrir. Creo que no hay un responsable único ni una circunstancia aislada que lo haya impedido en estos demasiados años, ya no sé ni cuantos. Han sido muchas circunstancias y una sucesión de personas, que con mucha ilusión, dedicación y dinero público y privado, han querido que el Novelda C.F. estuviera lo más arriba posible, y a fe que lo consiguieron, y les felicito por ello, aunque no esté deacuerdo.

Lo que es incuestionable es que la situación actual ha cambiado, por lo menos algo, o bastante para algunos. Es mi deseo que aquella ilusión que muchos tuvimos por vestir la camiseta del equipo de nuestra ciudad, entre todos seamos capaces de volvérsela a transmitir a los cientos de niños que practican el fútbol en Novelda, en cualquiera de los clubes que existen. Que en vez de querer marcharse a jugar fuera, los niños prefieran quedarse en la ciudad porque comprueben que es posible llegar al primer equipo y así, en no demasiados años, volvamos a tener un equipo con una importante base de jugadores de la ciudad.

Luis Fernando Berenguer Sánchez.

domingo, 20 de mayo de 2012

Después de la tormenta, la vida y la escritura


No necesito hablar para expresar lo que siento, pero sí que me ayuda escribir para reflejar mis sentimientos. Quizá sea un error.

Todo comenzó hace unos años, cuando, sin saber porqué, amanecía nublado en mi mente. Bueno, sí creo saberlo, pero no viene al caso. La cuestión es que, poco a poco, sin casi percibir sensación alguna, la sonrisa se fue apagando en mi cara, los labios se fueron cerrando hasta sellar incluso la boca, como cámara acorazada, impidiendo la salida de aire, frustrando por tanto la emisión de sonidos que articularan palabra alguna. Mis ojos se aguaban a menudo y ni con los más bellos soles, que iluminaban mi deambular, era capaz de ver la más mínima claridad.

Jorge Bucay, Joan Manuel Serrat, Método First, etc., etc., etc. Vanos intentos por mi parte de sacar provecho de todo aquél que escribiera o cantara a la recurrida metáfora de tocar fondo, (“Bienaventurados los que están en el fondo del pozo, porque de allí en adelante sólo cabe ir mejorando”, dice Serrat). Allí, en el fondo, sólo hay oscuridad, no hay hambre, ni sed, ni sueño, ni ganas de vivir. Ya te levantas cansado, arrastras tus pies al caminar, lloras mientras piensas porqué estás llorando y escondes la triste mirada que no es capaz de mirar más allá. Así un día, y otro, y otro. Eternos días con febril desaliento.

Una relación de frases alentadoras fueron las responsables de que, con mano temblorosa, cogiera un boli y un folio en blanco, y dejara en él plasmada una brizna de esperanza. Un agradecimiento expreso, concreto y personal, más parecido a una carta que a un relato, fue lo siguiente que dejé reflejado en un agradecido papel. Sensaciones propias, íntimas, confesables e inconfesables algunas, fueron conformando una colección de confidencias que me ayudaban, a pasos cortos y con gran esfuerzo, a ir caminando erguido, a levantar la cabeza de nuevo, a echar los hombros hacía atrás y a volver a mirar a la vida de frente. Gran parte de culpa tuvieron que tener, digo yo, en este proceso, unas pastillitas blancas y redondas que ingería cada mañana como si me estuviera bebiendo, a grandes tragos, el elixir de la vida. Eso sí, con un profesional de por medio, pero sobre todo, con inestimable y nunca suficiente agradecido aliento de quién más cerca de mí estaba, persona a la cual, en ocasiones, llegué a extenuar.

De las sensaciones propias, pasé a escribir sobre las sensaciones que percibía de los demás, sobre todo de las personas más cercanas, familiares casi siempre, resaltando sus actitudes y aptitudes, y homenajeando hechos o acontecimientos. Es justo resaltar, lo satisfecho que uno se siente, cuando recibe el sincero agradecimiento de alguien a quien ha expresado por escrito aquello que uno piensa de él, o ha felicitado por una boda, o nacimiento de un hijo, o porque simplemente le quiere.

Pero nada de lo anteriormente expuesto es lo que actualmente siento. Aquellos negros nubarrones ya descargaron con creces, sobre mí, sus despiadados aguaceros. Lo que sí quedó de aquello y tomó fuerte impulso, fue mi afición a seguir pasando a limpio sensaciones y emociones, propias y ajenas, que mi mente percibe y en las que se recrea. Ha habido esporádicas incursiones en otros terrenos como el fútbol, la política, inquietudes sociales o relatos inventados, pero no es aquí en donde más a gusto me siento. Así que, prácticamente todo ha quedado guardado es esa especie de cajita misteriosa que se enchufa al ordenador y en la que caben miles y miles de folios escritos.

Ahora, hoy, años después, heme todavía aquí, en el monte, como la cabra, describiendo a trazos gruesos mis sentimientos. Mi mente no para, a cada instante imagina el comienzo o el fin de algún relato sobre alguien, casi siempre real y allegado, o sobre mi mismo. Y es por eso, que si alguien de los que lee lo que escribo y me anima a seguir escribiendo, me echa de menos, no es porque lo haya dejado, es porque lo que sale de mi alma, o bien va dirigido a alguien que no conocen, con lo cual no entenderían algunas cosas que quedan en el aire; o bien porque en la mayoría de ocasiones, lo que me sale y reflejo, es parecido a lo que hoy he escrito. Y casi siempre me puede, en lo personal, el pudor. De todos modos, no descarto, en un momento de ímpetu, incluir un breve prólogo aclaratorio y publicar, con permiso de la persona protagonista, alguno de los relatos escritos.


Luis Fernando Berenguer Sánchez.

20 de mayo de 2012.

sábado, 19 de mayo de 2012

Desconexión


Hay días, en los que al despertar sin obligación aparente alguna, el alma fluye, errática, como dejándose llevar, en un deambular constante e impreciso. La conciencia, alternando con casi imperceptibles cabezadas somnolientas, vislumbra, como en planos fijos, todas aquellas situaciones o sensaciones que nos provocan un cierto malestar, o por lo menos, una disminución del ánimo necesario para poner en marcha el complejo sistema emocional que a su vez tendrá que activar el sistema motor. Se es consciente, mientras tanto, que no puede uno quedarse estancado en tan cerrados compartimentos. Sin embargo, la mente y el físico, habituados a no tener respiro alguno ningún día de la semana, sucumben temporalmente ante pequeñas adversidades, que resultan ser intrascendentes cuando, por fin, abrimos del todo los ojos. En un imperativo: ¡vale ya!, nos levantamos y comprobamos desganados que el sol ha vuelto a salir.

Todo está justo en el sitio en dónde lo habíamos dejado el día anterior. Las alegrías y los contratiempos surgirán sin posible control sobre ellos. Es mucho más tarde de lo habitual, hoy no ha habido tertulia quejumbrosa mientras se saboreaba un café con leche a diminutos sorbos en el bar de Ángel, ni una ojeada rápida del periódico, que en el momento justo de pasar la última página cambiará de lector, expectante a la espera de que acabáramos. Allí, sin temor ni responsabilidad alguna, cada uno tiene la solución precisa y adecuada a cada noticia, rumor o presunta implicación del banquero o político de turno (costumbres arraigadas de los bares). Imagínense cuales son las medidas que adoptaría cada uno, innombrables.

Pero volviendo al ánimo, ya casi repuesto, y activado el sistema motor lenta pero progresivamente, se afronta el nuevo día con dejadez parsimoniosa. Cobijados y rodeados de los nuestros, vamos poco a poco recuperando la energía y desterrando los pensamientos negativos o los problemas solucionables. Quizá no seamos del todo inmunes a las actividades excesivas, las prisas, las tensiones y los pequeños o importantes contratiempos, y el organismo reaccione, como activando una discreta alarma, para frenar, en días como hoy, la vorágine diaria, incluida la de los fines de semana, a la que inconscientemente sometemos a nuestra mente y nuestro cuerpo. Sin darnos cuenta, dejándonos pasar por el día, sin haber hecho nada aprovechable, empezará a anochecer con la sensación de haber perdido un día de nuestra vida; o a lo mejor no, puede que a la gente constantemente activa le sea necesario un impás para poder seguir afrontando el día a día con ciertas garantías de estabilidad.

Alguna que otra vez, en la que no se ha presentado el día adecuado para que se active la desconexión manual (día como hoy), me ha sorprendido, de manera brusca y sin avisar, la desconexión automática. Una serie de síntomas sin una gran importancia, pero sumamente molestos, hacen de repente acto de presencia en el organismo, desestabilizándolo y haciendo necesario un rutinario control, siendo necesaria también la ayuda de alguna medicación. Nada alarmante, la experiencia, incluso para estas cosas, resulta ser una gran aliada.

Por eso, hoy, después de plasmar mis sensaciones, lo siento, no estoy, desconecto.


Luis Fernando Berenguer Sánchez
13/05/2012

domingo, 13 de mayo de 2012

Sincera amistad

"Éstas son unas breves pinceladas sobre la vida de una amiga malagueña, Mari Carmen Parrado Castro. Sólo nos hemos visto en persona una vez, en agosto de 2012, pero nos escribimos desde hace treinta años, no seguidos, con una larga interrupción intermedia.
Nuestra amistad ha perdurado en el tiempo, fue sincera y confidente en la juventud, y es sincera y cordial en la actualidad. Vaya con este relato mi homenaje a la AMISTAD."

Parece que por fin la vida le sonríe y la comisura de sus labios se estira hacia los lados para devolverle la sonrisa a cuantos han contribuido a hacerla feliz. Es obvio que ha salido triunfante del desafío en el que se batió en duelo ante una situación que la sumió en un profundo letargo. Fue duro trabajar mientras la mayoría de personas dormía y dormir al tiempo que el sol daba vida a cuanto ser habita en la tierra. Llegó a sentir que la vida se le escapaba y no la podía detener.

Por fin, un día, decidió recuperar el tiempo perdido. Para ello se lanzó sin freno a vivir y a experimentar sensaciones casi olvidadas, con tal ímpetu que casi no puso límites a sus decisiones. Inició una extraña relación con fecha de caducidad acordada,  sin ataduras, sin mostrar sentimientos, aunque llegado el día acordado para el cese de la relación pudiera haber dudado, o mejor dicho, llegara a pensar que sí que sentía algo. Se había lanzado al vacío sin red, quizá una alta dosis de despecho la hizo dejarse llevar, o más bien, quiso ir y fué.

Pero no se atrevió a ir más allá y volvió, retrocedió sobre sus propios pasos. La misma fuerza que la impulsó hacía no se sabe dónde, la utilizó para frenar y no estrellarse contra demasiados prejuicios morales instalados en progenitores pertenecientes a una generación anterior. Se escudó en ello, pero también en la sensatez, para no tener que desandar un incierto e inestable camino. Sabía lo que quería y esperó, al tiempo que la frustración y el letargo fueron dando paso a una normalidad largamente deseada.

Lo que no sabía es que su sol ya había salido, ya la iluminaba, ya le bronceaba su blanca piel. La luz de su sol, colándose por las más ínfimas rendijas, fue capaz de iluminar, aunque fuera con un tenue haz, su oscurecido corazón. Tuvo que medio embriagarse ese tímido sol para ser capaz de balbucear frente a ella cuatro medias frases que la conquistaran. No hubiera hecho falta, su corazón, sediento de estabilidad y amor puro y sincero, encontró grato cobijo al amparo de aquel radiante sol. Su corazón y el de aquel sol se fundieron en uno solo, y juntos afrontaron y siguen afrontando, las dichas y desdichas con que la vida nos gratifica en unas ocasiones o nos pone a prueba en otras que nos causan dolor.
 
En la actualidad, cuatro bastiones conforman una casi infranqueable muralla cuadrangular. Un recinto en el que transcurren la mayoría de acontecimientos de su devenir diario. Uno de los bastiones es ella misma. Vive y se desvive por otros dos de esos bastiones que tiene junto a ella. Uno es el sol que con tanta luz la iluminó y el otro es el fruto de su relación con dicho sol. Su querido y preciado coquito, por el que no sólo hace de madre, sino también de impaciente maestra. El cuarto bastión, vínculo familiar de su misma sangre, vive y trabaja lejos, aunque visita bastante a menudo el fortín. Mantiene con él una estrecha y cercana relación, robustecida por las prematuras y seguidas pérdidas de los seres que les dieron la vida. Desde la distancia, este importante baluarte, aún siendo más joven que ella, actúa como consejero y protector, ejerciendo incluso de tutor  del hijo de ella, su sobrino. La responsabilidad que siente por ella, es tal, que le lleva a prevenirla de posibles intrusiones de seres extraños y desconocidos.

El extraño, compañero de su relación despechada, aparece y desaparece, y con su manera de actuar, en ocasiones hasta consigue desestabilizar la paz personal que a ella tanto le costó alcanzar. 

Sus esporádicos refugios en la red, hicieron que el desconocido para su hermano, la reencontrara a través del facebook treinta años después. Lejanas quedaron aquellas cartas de adolescentes, ya amarillentas, en las que se contaban tantas y tantas confidencias.

Ahora, tantos años después, con sus vidas felizmente encauzadas, el desconocido, osa intentar franquear esa robusta muralla, sin que el atrevimiento pretenda debilitar ninguno de los pilares que la mantienen erguida, sino más bien lo contrario, ser un punto de apoyo más sobre el que ella se pueda sustentar.

Con respeto y cariño,
aquí dejo algo escrito
para el recuerdo
y no el olvido.

Luis Fernando Berenguer Sánchez.
18/03/2012