Son emociones todas aquellas sensaciones
que experimentamos en el momento en que asistimos o presenciamos algún
acontecimiento. Surgen de pensamientos contrarios o afines al suceso acontecido
y siempre, los pensamientos, nos hacen posicionarnos a un lado o al otro de la
situación en cuestión. Independientemente del ámbito en el que surja el
pensamiento (política, religión, familia, amigos, deporte, etc.), la emoción
sucumbirá al pensamiento dejándonos atrapados en uno de los dos lados. Esto
ocurre porque estamos tan sumamente identificados con nuestros pensamientos,
que creemos que somos aquello que pensamos. Todo aquello que vemos fuera de
nuestra vida no es más que el reflejo de lo que pensamos (bueno, malo, guapo,
feo, sincero, malicioso, honrado, prepotente, cínico, bondadoso, etc.).
Elevamos así, nuestro pensamiento, a la categoría de verdad. Y no hay verdades
absolutas. Existen cosas, personas, situaciones o acontecimientos que son como
son, cada uno percibirá una emoción distinta dependiendo del pensamiento que
surja o esté arraigado en su mente.
Para alguien que intenta expresar de manera
moderada sus emociones, cualquier exceso percibido en la manifestación de una
emoción, sea positiva o negativa; de triunfo o de derrota; de aceptación o rechazo, le llama la atención.
Y le llama todavía más la atención, cuando uno o más individuos, consiguen o no
alcanzan, formando parte de un colectivo, la derrota o el triunfo. Que tan
difícil es guardar las formas en la derrota como en el triunfo.
Si con esta reflexión pretendo poner de
manifiesto, que puede que nada sea como pensamos y que seguro que nadie es
imprescindible, no voy a caer en el error de juzgar comportamientos que
eclipsan tanto el triunfo de un colectivo como la digna derrota de otro. Tan
sólo reflexionar sobre ellos. Percibo, que las personas en cuestión, atrapadas
inconscientemente dotando a la emoción de juicio y de ego, se aíslan, sin darse
cuenta, de una realidad que está muy por encima de nosotros.
Al respecto de las elecciones celebradas el
pasado domingo veinticinco de mayo al Parlamento Europeo, me gustaría comentar
que no es mi intención analizar los resultados obtenidos en las urnas por cada
una de las formaciones políticas que concurrían al evento. De ello ya se han
encargado personas mucho más entendidas que yo en cuestiones políticas, entre
las que se encuentran apreciados amigos. No quita que tenga opinión sobre ellas
pero no es aquí donde he elegido expresarla. Trato de entender la sensación que
me produce observar las distintas maneras que tiene la gente de gestionar sus
emociones (pensamientos).
Siempre lo mismo, “vencedores o vencidos;
conmigo o contra mí; lo mío bueno, lo contrario nefasto”. Yo también sucumbo
habitualmente a este grave error. Me intento entrenar últimamente para ser
capaz de ver en ti, en cómo y qué piensas, aquello que me haga romper la
conexión entre mi persona y mi pensamiento, convencerme de que no soy lo que pienso,
simplemente porque puedo elegir pensar en cada momento cosas coherentes y
distintas. Me puedo aferrar a uno o a varios pensamientos; o puedo no encadenarme
a ninguno de ellos, y descubrir la grandeza que tengo, siendo capaz de
comprobar que vosotros sois tanto o más sabios y buenos que yo. Y no busquéis
resquicios en los demás para justificaros de nada. Sois y seréis libres, igual
que yo.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
1 de junio de 2014.
El campo de las emociones es demasiado complejo, demasiado amplio, demasiado inexacto a veces....Tampoco deberíamos tener siempre la pretensión de tenerla verdad absoluta...Por un lado, podemos decir la verdad con respeto, por otro, podemos ser generosos y expresarlo con un prudente silencio...
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