Hace unos meses, un buen amigo me dirigió unas acertadas
palabras en las que me venía a decir, que sólo de vez en cuando se me veía
asomar un poquito la patita. Y tiene razón. Casi siempre prefiero, y cada día
más, que apenas se me vea el color del calcetín antes que meter la pierna hasta
la ingle, y entrar en conflicto con alguien, en el cual, quizá ambos, él y yo,
dejándonos arrastrar por nuestro ego y nuestro erróneo enjuiciamiento de la
realidad, estemos equivocados. Además,
no considero en absoluto adecuado el argumento ampliamente utilizado por muchas
personas, del “y tú más”, ante consideraciones, comentarios o críticas que
reciben.
Me pasa con los años, que a pesar de que el
nivel de desaprobación ante opiniones, hechos o situaciones sea suficientemente
alto como para provocar en mí un apreciable malestar, éste desemboca cada vez
menos veces en reacciones de inmediatez bruscas. O al menos quiero que así sea.
Me gusta la idea de creer y convencerme de que nada es absolutamente
determinante en la vida. Seguro que sí influyente, pero no tengo ninguna duda
ahora de que lo que es, es; y no tiene sentido ir casi continuamente contra lo
que es. Da igual lo que sea: una idea, un hecho, una almohada dura o blanda,
una sopa demasiado caliente o fría, la lluvia, el sol, un gobierno, otro, un
dolor, una satisfacción ajena, un trabajo duro o estresante, un compañero
difícil de tolerar, un viaje largo, madrugar, no tener tiempo para todo lo que
uno quiere, etc. El yo oculto contra el mundo, pero al mismo tiempo, necesitado
del mundo para seguir viviendo.
A menudo, con estos argumentos, quedamos
anclados en una serie de momentos pasados que nos han contrariado (pero es que
el agua estaba fría, pero es que Antonio es un pesado, pero es que el otro me
faltó al respeto, pero es que tú tampoco me llamaste, pero es que el error fue
tuyo, pero es que a tu equipo eso no se lo pitan, pero, pero, pero...). Ego y
juicio contra lo que es.
La vida consta de un solo momento, el
momento presente. En el transcurso del día o de la vida, se suceden los
momentos, pero la única transcendencia la tiene el “momento presente”. Ése
en el que estoy escribiendo ahora.
Cuando deje de hacerlo, habrá pasado y estaré en un momento presente distinto.
No quiere decir que lo que haga en cada momento no vaya a influir en el
siguiente, que dicho sea de paso, tampoco existe. Sólo existen en nuestra
mente, como recuerdos o como pensamientos.

Hemos sido dotados de la mayor de las
virtudes, del mayor de los poderes, el “poder de decidir”. En la medida en que
seamos capaces de decidir en torno a nuestras emociones, liberándolas de ego y
de juicio, la convivencia entre nosotros mejorará notablemente.
Y no es una utopía, ya han despertado
muchas mentes y lo ponen en práctica.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
28 de abril de 2014.
https://www.youtube.com/watch?v=NdEiAT0tYK4&list=PLFiKiRrtfHFmqfnLWp6IRsZdDYNYGa93-
Conferencia Eckhart Tolle en Barcelona.
¡Uff! Esta reflexión da mucho que pensar...La he leído varias veces...Creo que ser inconformista y expresar sentimientos y opiniones desde la prudencia y el respeto,nos hace sentirnos más vivos y más libres: por el contrario, el "silencio" por miedo a meter la pata. nos puede ir apagando poco a poco. Es importante sentirse vivo. Siempre tendremos la oportunidad de pedir disculpas si metemos la pata.
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