Dicen que la distancia es el olvido. Como
en todas las máximas, existen razones de peso para negar la aseveración. En la presente reflexión hay mucho peso para
afirmar que la distancia no es el olvido. En el momento en que escribo, tan
sólo han pasado dieciocho horas, y todavía siento la fuerza de tus brazos
rodeando mi cuerpo. No miento si digo que no sé ni dónde estáis. Ya me detendré
en algún momento de los siguientes días a ubicaros correctamente en el mapa y a
aprenderme el nombre de la ciudad que os ha acogido. El país al menos lo sé. Esta
vez sí que he notado como se iba un trozo de mí, pero ni dolía ni duele pasadas
unas horas; no sé que sucederá más
adelante. La sensación que me impregna
es la de satisfacción y orgullo al ver la valentía, la determinación, y sobre
todo, la ilusión reflejadas en vuestros rostros. Siento además una gran tranquilidad al verte tan bien acompañada. No te faltará apoyo, ni compañía, ni ánimo, ni sobre todo cariño.
Quiero que digáis a todo aquel que os
pregunte, que a vosotros no os ha echado nadie. Que ha sido vuestra voluntad,
vuestra preparación, vuestras ganas de perfeccionar un idioma, vuestra inquietud
por afrontar nuevos retos y adquirir experiencias, y por supuesto, la movilidad
exterior, lo que os ha llevado a abandonar el país. Decid que España va muy
bien. Es necesario que fuera tengan buena opinión de nosotros. Ni se os ocurra
mencionar ninguno de los problemas de toda índole que atormentan diariamente a
tanta gente. Que no hay ningún motivo
para preocuparse, y menos vosotros que ya no estáis aquí. De entre las muchas
cosas que debéis tener en cuenta, destacaría, que si no encontráis trabajo y no
cotizáis en el país que os acoge, el gobierno de nuestra madre patria, ha
decidido unilateralmente (en todas las mayorías absolutas se decide todo
unilateralmente), que sólo os cubrirá en gastos sanitarios los primeros noventa
días de vuestra estancia en un país de la Comunidad Europea. A partir de ese
momento, no os pongáis enfermos, por favor. Pero no es esto lo importante que
ya me estoy extendiendo y encendiendo demasiado y seguro que estáis del todo
capacitados para desenvolveros en cualquier situación que os surja por
dificultosa que sea.
Es verdad que, en ocasiones, uno no aprecia
lo que tiene hasta que le falta o lo pierde. Y por regla general, algunas veces
somos tan necios que solemos desdeñar muchísimas de las cosas de tantísimo
valor que tenemos. Contigo esto no
ocurre, porque nada hemos perdido aunque temporalmente nos falte. Sólo hay un
matiz a tener muy en cuenta. Como si de un cordón umbilical se tratara, la
persona que te dio la vida, está emocionalmente tan unida a ti, que aunque diariamente
se pone en contacto contigo, sí que es manifiestamente apreciable una cierta
sensación de vacío. Siempre te entendió mejor que yo y ejerció magistralmente
de contrapunto a mis reiteradas críticas y reproches. Te aseguro que contigo
tiene algo especial y particular. Para ser justo, diría que su especialidad la
traslada a todos los que tiene a su alrededor. Esto a veces le juega malas
pasadas emocionales de las que afortunadamente no tarda en recuperarse. Pero
siento que tu beso, tu abrazo, tu confidencia, aunque en ti impere más la reserva que la confidencialidad, le hace
mucho bien. Además, ahora está claramente en inferioridad ya que le toca lidiar
diariamente con dos hombres de difícil toreo.
De todos modos, me gustaría dejar claro que
no echo de menos ni uno solo de los abrazos que no te di, ni un solo beso de
los que dejé escapar, ni siquiera te echo de menos a ti; porque te pienso y te
abrazo, porque te abrazo y te siento, y porque te siento y te beso. Y te abrazo
y te siento y te beso a cada instante, porque eres parte de mí, y allá donde
estés, estás conmigo.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
11 de enero de 2014.
Me he emocionado leyendo tanta descarga de sentimientos. Simplemente ....¡PRECIOSO! Y además,...lleno de generosidad.
ResponderEliminar