A estas alturas del viaje, en las que el
armatoste físico que nos sostiene empieza a chirriar y el psíquico se desborda
a veces con suma facilidad, es necesario echar mano de aquello que en su día
nos unió, y utilizarlo sin desfaceller para poder seguir avanzando en la relación con la misma
ilusión que el primer día.
Si al repleto zurrón de las emociones le
diera por levantar la solapa que las custodia, y no sólo sacarlas a la luz,
sino también desvelar la gestión que se hizo de ellas en cada momento, no
habría papel suficiente para que quedara constancia de ellas por escrito. Y en
algunos casos, sorprendería. Es obvio que el balance es claramente positivo, de
lo contrario no estaría hoy aquí escribiendo esto.
¿Será que encontré en ti mi alma gemela?
Puede ser. Pero no aquella idéntica y simétrica que reflejaría el espejo puesto
delante de la mía. No. Más bien al contrario. Sería difícil encontrar puntos
convergentes en todas y cada una de las cuestiones que surgen en una
convivencia diaria. Tuve mucha fortuna al encontrar un alma, que de tan gemela,
es tan diferente. Un alma capaz de decirme en cada momento en qué estoy
errando, porque como todos, yerro a menudo, y bienaventurado aquél que no se
equivoca nunca. Yo creo que nuestras almas, por sus características, se
necesitan una a la otra, se alternan y se complementan continuamente, y ahí
andan, ora empujando, ora siendo empujadas, pero con la firme convicción de su
mutua dependencia. Estoy absolutamente convencido de que recibí más que dí. Mi
saldo contigo siempre es deudor. Hasta del sol que me ilumina y me calienta, y
que veo salir cada día, siento que eres responsable.
Y hablando de sol, ¿cuál de los soles que
alumbraste ilumina más? Ninguno más que el otro. Son tan diferentes como tú y
yo, y sin embargo, sus brillos ciegan por igual. Y además, son tan
extremadamente humildes, que ambos procuran siempre esconderse detrás de su
inmensa luz. Pasan sin hacer ruido. Y llegan tan sigilosamente, que incluso da
la impresión que el mérito que tiene haber llegado a cada meta, sea menor
siendo mayor.
Ignoro que nos deparará el destino a todos.
Pero sí que conozco cual es mi intención al respecto, y no es otra que el mío
siga ligado al tuyo.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
22 de junio de 2013.
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