Doy gracias al levantarme cada día por
tener la posibilidad de acudir a mi puesto de trabajo que mantengo desde
principios de mil novecientos noventa y uno, veintiún años ya.
He sufrido en carne propia los avatares de
la situación actual, en la que cada día parece peor que el anterior. He visto
cerrar algunas empresas de mi sector, el mármol, cómo se les dejaba de pagar a
los trabajadores, cómo se les despedía. He comprobado cómo se disminuía la
producción, cómo se reducía la jornada laboral. Los que quedamos nos hemos
tenido que adaptar a las necesidades de producción. Esta lista se podría
ampliar para la relación de decisiones que han tenido que tomar los empresarios
para, bien cesar la actividad laboral, o bien para sobrevivir bajo mínimos.
He observado como mi vecino, al que
saludaba cada mañana cuando nos cruzábamos para irnos al trabajo, ha pasado a
saludarme igual, solo que él se queda ahora a la puerta de su casa, -a la
fresca-, me dice a modo de cumplido. Lo curioso es que cuando llego a comer,
cerca de las dos de la tarde, algunos días, le vuelvo a encontrar en el mismo
sitio (seguro que ha hecho otras cosas durante la mañana), pero es que a esas
horas ya no hay fresca. –A la sombra- me dice ahora.
Si alguna tarde, después de trabajar, salgo
a caminar un rato, me suelo encontrar a un amigo de mi edad, -me he hecho un perrito- me dice, y
apostilla: -para distraerme-. Luego continua autoconvenciéndose, casi como
justificándose, -me han dicho que ahora para el verano igual me llaman-.
Y así podría seguir describiendo
situaciones parecidas, o incluso peores, de decenas de amigos, familiares y
conocidos a nivel particular, ampliable la cantidad a millones de personas a
nivel nacional.
Esa
apestosa lacra revestida
de la experiencia que sólo dan los años y el desarrollo de una actividad
laboral específica, es uno de los colectivos que más escasas posibilidades
tiene a la hora de reincorporarse al precario y escaso mercado de trabajo. De
poco o nada sirve tener cuarenta y cinco años o más, y atesorar un amplio
bagaje de conocimientos, adquiridos con el tiempo, poco a poco, sin prisa, más
por la necesidad de solucionar imprevistos de la actividad laboral propia, que
por una formación laboral previa.
Los primeros meses e incluso durante el
primer año después de la pérdida del puesto de trabajo, que algunos conservaban
desde hacía más de veinte años, se me antoja un tiempo y una situación
relativamente llevadera. Cobrada o por cobrar una acordada o denunciada
indemnización junto con los ingresos periódicos del cobro por la situación de
desempleo, hacen que, en principio, la situación económica y el estado anímico
no se vean demasiado afectados. Pero los meses van pasando, y las asimiladas
primeras sensaciones de la nueva situación, se van convirtiendo en momentos de
angustia y desesperación. Ni una sola puerta, de las decenas que el parado
mayor de cuarenta y cinco años y con experiencia, se acerca para tocar, es
abierta por el que gestiona del otro lado. No se da el perfil. Pero es que
ahora tampoco se le abre la puerta al joven, ni con experiencia ni sin ella, ni
tampoco con ardua preparación.
La Reforma Laboral, no sólo no ha solucionado nada, sino que
hasta el momento ha empeorado las cifras del desempleo. Pero éste no es ahora
el tema. Hoy no toca. En estos días toca Bankia,
la bolsa y la prima de Merkel, digo de riesgo. ¡Ah!, y el IBI de la iglesia. Esto, lo otro, lo otro y lo otro (por no
nombrarlo todo), me da a mí que lo suspenderán en junio, le seguirán dando
vueltas en julio, lo dejarán aparcado en agosto para irse de vacaciones (¡el
mes enterito, hasta ahí podíamos llegar!), no se bajarán el sueldo ni un
céntimo y nos seguirán esquilmando hasta que, cuando vuelvan a examinarse en
septiembre…veremos cuántos más de nosotros, mayores de cuarenta y cinco años
y una amplia experiencia, estamos:
“A la fresca o a la sombra” o “paseando
perritos”.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
3 de junio de 2012.
Iba a ponerte ¡Genial! Pero no, te voy a decir ¡Penoso!
ResponderEliminarDescribes algo que veo a diario hoy y que hace un par de años viví en carne propia. No me hice con un perrito ni me senté a la sombra, estudié y trabaje de lo estudiado y hasta hoy, pero no todos tienen ni la capacidad ni la suerte que yo pude tener. Hoy, ahora , me vienen a la mente un sinfín de nombres de amigos y familiares que pasean perritos o están al sol o a la fresca.
¡Y no pueden hacer nada para evitarlo!
Me alegro mucho Juan, que fueras capaz de sobreponerte, luchar y mirar hacía adelante. No sabía lo tuyo, pero ya que me lo cuentas, te diré que yo tampoco sería de esos. Es más, tengo viva la ilusión de poder volver a matricularme en la Universidad y continuar lo que dejé empezado o hacer algo diferente, más acorde a las posibilidades actuales, porque de aquello apenas me acuerdo de nada.
EliminarAlgunos de los que nos han llevado a esta situación, deberían estar en la fresca sombra de la cárcel y otros, devolviendo todo lo que han robado y paseando perritos. Aunque es difícil limpiar "esa apestosa lacra" que ha conseguido que haya hogares con todos sus miembros en paro.
ResponderEliminar¡Enhorabuena de nuevo! Reflejas muy bien una penosa realidad.
Y desde aquí,mi deseo para que todas las personas honradas encuentren su puesto de trabajo.Es un derecho.