domingo, 3 de junio de 2012

Esa apestosa lacra


Doy gracias al levantarme cada día por tener la posibilidad de acudir a mi puesto de trabajo que mantengo desde principios de mil novecientos noventa y uno, veintiún años ya.

He sufrido en carne propia los avatares de la situación actual, en la que cada día parece peor que el anterior. He visto cerrar algunas empresas de mi sector, el mármol, cómo se les dejaba de pagar a los trabajadores, cómo se les despedía. He comprobado cómo se disminuía la producción, cómo se reducía la jornada laboral. Los que quedamos nos hemos tenido que adaptar a las necesidades de producción. Esta lista se podría ampliar para la relación de decisiones que han tenido que tomar los empresarios para, bien cesar la actividad laboral, o bien para sobrevivir bajo mínimos.

He observado como mi vecino, al que saludaba cada mañana cuando nos cruzábamos para irnos al trabajo, ha pasado a saludarme igual, solo que él se queda ahora a la puerta de su casa, -a la fresca-, me dice a modo de cumplido. Lo curioso es que cuando llego a comer, cerca de las dos de la tarde, algunos días, le vuelvo a encontrar en el mismo sitio (seguro que ha hecho otras cosas durante la mañana), pero es que a esas horas ya no hay fresca. –A la sombra- me dice ahora.
 
 Si alguna tarde, después de trabajar, salgo a caminar un rato, me suelo encontrar a un amigo de mi edad,  -me he hecho un perrito- me dice, y apostilla: -para distraerme-. Luego continua autoconvenciéndose, casi como justificándose, -me han dicho que ahora para el verano igual me llaman-.

Y así podría seguir describiendo situaciones parecidas, o incluso peores, de decenas de amigos, familiares y conocidos a nivel particular, ampliable la cantidad a millones de personas a nivel nacional.

Esa apestosa lacra revestida de la experiencia que sólo dan los años y el desarrollo de una actividad laboral específica, es uno de los colectivos que más escasas posibilidades tiene a la hora de reincorporarse al precario y escaso mercado de trabajo. De poco o nada sirve tener cuarenta y cinco años o más, y atesorar un amplio bagaje de conocimientos, adquiridos con el tiempo, poco a poco, sin prisa, más por la necesidad de solucionar imprevistos de la actividad laboral propia, que por una formación laboral previa.

Los primeros meses e incluso durante el primer año después de la pérdida del puesto de trabajo, que algunos conservaban desde hacía más de veinte años, se me antoja un tiempo y una situación relativamente llevadera. Cobrada o por cobrar una acordada o denunciada indemnización junto con los ingresos periódicos del cobro por la situación de desempleo, hacen que, en principio, la situación económica y el estado anímico no se vean demasiado afectados. Pero los meses van pasando, y las asimiladas primeras sensaciones de la nueva situación, se van convirtiendo en momentos de angustia y desesperación. Ni una sola puerta, de las decenas que el parado mayor de cuarenta y cinco años y con experiencia, se acerca para tocar, es abierta por el que gestiona del otro lado. No se da el perfil. Pero es que ahora tampoco se le abre la puerta al joven, ni con experiencia ni sin ella, ni tampoco con ardua preparación.

La Reforma Laboral, no sólo no ha solucionado nada, sino que hasta el momento ha empeorado las cifras del desempleo. Pero éste no es ahora el tema. Hoy no toca. En estos días toca Bankia, la bolsa y la prima de Merkel, digo de riesgo. ¡Ah!, y el IBI de la iglesia. Esto, lo otro, lo otro y lo otro (por no nombrarlo todo), me da a mí que lo suspenderán en junio, le seguirán dando vueltas en julio, lo dejarán aparcado en agosto para irse de vacaciones (¡el mes enterito, hasta ahí podíamos llegar!), no se bajarán el sueldo ni un céntimo y nos seguirán esquilmando hasta que, cuando vuelvan a examinarse en septiembre…veremos cuántos más de nosotros, mayores de cuarenta y cinco años y una amplia experiencia, estamos:

“A la fresca o a la sombra” o “paseando perritos”.



Luis Fernando Berenguer Sánchez.
3 de junio de 2012.
                                                                                          

3 comentarios:

  1. Iba a ponerte ¡Genial! Pero no, te voy a decir ¡Penoso!
    Describes algo que veo a diario hoy y que hace un par de años viví en carne propia. No me hice con un perrito ni me senté a la sombra, estudié y trabaje de lo estudiado y hasta hoy, pero no todos tienen ni la capacidad ni la suerte que yo pude tener. Hoy, ahora , me vienen a la mente un sinfín de nombres de amigos y familiares que pasean perritos o están al sol o a la fresca.
    ¡Y no pueden hacer nada para evitarlo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro mucho Juan, que fueras capaz de sobreponerte, luchar y mirar hacía adelante. No sabía lo tuyo, pero ya que me lo cuentas, te diré que yo tampoco sería de esos. Es más, tengo viva la ilusión de poder volver a matricularme en la Universidad y continuar lo que dejé empezado o hacer algo diferente, más acorde a las posibilidades actuales, porque de aquello apenas me acuerdo de nada.

      Eliminar
  2. Algunos de los que nos han llevado a esta situación, deberían estar en la fresca sombra de la cárcel y otros, devolviendo todo lo que han robado y paseando perritos. Aunque es difícil limpiar "esa apestosa lacra" que ha conseguido que haya hogares con todos sus miembros en paro.
    ¡Enhorabuena de nuevo! Reflejas muy bien una penosa realidad.
    Y desde aquí,mi deseo para que todas las personas honradas encuentren su puesto de trabajo.Es un derecho.

    ResponderEliminar