

Es verdad que, en ocasiones, uno no aprecia
lo que tiene hasta que le falta o lo pierde. Y por regla general, algunas veces
somos tan necios que solemos desdeñar muchísimas de las cosas de tantísimo
valor que tenemos. Contigo esto no
ocurre, porque nada hemos perdido aunque temporalmente nos falte. Sólo hay un
matiz a tener muy en cuenta. Como si de un cordón umbilical se tratara, la
persona que te dio la vida, está emocionalmente tan unida a ti, que aunque diariamente
se pone en contacto contigo, sí que es manifiestamente apreciable una cierta
sensación de vacío. Siempre te entendió mejor que yo y ejerció magistralmente
de contrapunto a mis reiteradas críticas y reproches. Te aseguro que contigo
tiene algo especial y particular. Para ser justo, diría que su especialidad la
traslada a todos los que tiene a su alrededor. Esto a veces le juega malas
pasadas emocionales de las que afortunadamente no tarda en recuperarse. Pero
siento que tu beso, tu abrazo, tu confidencia, aunque en ti impere más la reserva que la confidencialidad, le hace
mucho bien. Además, ahora está claramente en inferioridad ya que le toca lidiar
diariamente con dos hombres de difícil toreo.
De todos modos, me gustaría dejar claro que
no echo de menos ni uno solo de los abrazos que no te di, ni un solo beso de
los que dejé escapar, ni siquiera te echo de menos a ti; porque te pienso y te
abrazo, porque te abrazo y te siento, y porque te siento y te beso. Y te abrazo
y te siento y te beso a cada instante, porque eres parte de mí, y allá donde
estés, estás conmigo.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
11 de enero de 2014.