domingo, 10 de febrero de 2013

El "DON" de la escritura



Cada uno de nosotros es susceptible de tener alguna cualidad que lo lleve a ser bueno en algo, muy bueno o único y excepcional. El grado de excelencia de la cualidad en cuestión lo determinará. Es posible también y hasta de lo más común, no encontrar ningún signo de exclusividad en la inmensa mayoría de ciudadanos que formamos parte del entramado social. Unos y otros estamos obligados a convivir de la mejor manera posible y en principio, por ley, nos asisten los mismos derechos y obligaciones.

Me resulta por lo general fácil, aceptar, descubrirme y elogiar objetivamente, si ello es posible, que creo que sí, las cualidades distinguidas que pueda apreciar en cada uno de los ciudadanos que conviven conmigo. Da igual el ámbito en el que me mueva o me inmiscuya y el pensamiento contrario. En este caso en particular me estoy refiriendo al "don" de la escritura. Considero que existen elementos más que evidentes para apreciar y valorar en su justa medida cualquier signo de distinción que pueda determinar la exclusividad. Para que el grado de aceptación social de la persona cualitativamente excelente sea mayoritario, creo necesaria, por añadidura, que una alta dosis de humildad guíe su proceder. En todo caso es inevitable que surjan susceptibilidades heridas, criterios discutibles, envidias e incluso insidias y aversiones que contradigan la opinión general, pero si lo que se juzga es el “don”, huelga lo demás.

La aceptación de la realidad, no la mía, la de todos, siempre debiera estar por encima de aquellos individuos incapaces de aceptar con dignidad el rol que les ha tocado desempeñar en esta vida. La única que tenemos y que vamos a vivir. Desgraciadamente no aprecio que sea esto lo comúnmente aceptado. No acabo de entender como algunas personas, demasiadas últimamente, se aferran a pensamientos únicos, desdeñan sistemáticamente cualquier postura o pensamiento distinto de los suyos y son capaces de creer salir indemnes de posturas contradictorias, comentarios descalificantes y hasta de actitudes despreciativas. Pero este es otro tema al que el maltrecho subconsciente me ha deslizado, y por el que prefiero no transitar en este instante en pos de mantener una adecuada estabilidad emocional que me permita finalizar objetivamente la reflexión que había comenzado.

Para ello, me gustaría abrir un apartado nuevo que me permita desarrollar una teoría en la que tengo mucha fe. Se trata de la “cultura del esfuerzo”. Todo lo anteriormente expuesto en los primeros párrafos no tendría ninguna repercusión si la persona agraciada con el “don” (cualidad), se hubiera dejado llevar y no hubiera dedicado ningún esfuerzo en aprovechar y desarrollar la cualidad poseída. Asimismo, quiero poner en valor e incidir para que se tengan muy en cuenta a aquellas personas, que sin haber sido dotadas de ninguna extraordinaria cualidad (“don”), han alcanzado objetivos inimaginables, tan sólo explicables a través del esfuerzo, la constancia y la determinación. Y aún sin conseguir objetivo alguno, su actitud bien es merecedora del máximo respeto.

Vaya mi elogio, tanto para los que tienen el “don” y lo han desarrollado, como para los que se han hecho un hueco a través de la cultura del esfuerzo; y también, como no, para los que a pesar del esfuerzo no han conseguido sus objetivos. Claro ejemplo de las dos primeras posibilidades se han materializado simultáneamente, en un mismo día, con la publicación de sendos artículos en el diario Información de Alicante, el sábado 9 de febrero de 2013,  por parte de un hijo con "don" y un padre constante, esforzado y con mucha determinación.


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
10 de febrero de 2013.

1 comentario:

  1. Pues vaya mi elogio para la gente que con humildad desarrollan su "don" ,y se esfuerzan en ser respetuosos y transigentes sin despreciar los puntos de vista de los demás. Y a los que todavía no han conseguido ese nivel, sugerirles que hagan un esfuerzo.

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