¿Quién salvará nuestras almas,
menores que un grano de arena,
si disueltas en aguas bravas,
son primero zarandeadas,
luego dispersadas
y finalmente anuladas.
No puedo evitar sentirme grano de arena en
la inmensidad del universo. Grano de arena con voluntad custodiada pero sin
consistencia ni fuerza, capaz de ser arrastrado por el viento o diluido por la
más mansa agua. Solamente unido a otros granos de arena, ordenadamente
amalgamados, formando pequeñas piedras sin aristas discordantes, percibo ser un
poco más fuerte, pero aún así, totalmente vulnerable.
Es de este modo como veo funcionar el
entramado social, laboral, económico y político que hemos construido. Nos
unimos a unos pocos para formar piedras pequeñas y sentirnos más fuertes ante
cualquier situación inesperada. Solos, no somos nada, aunque lo parezca. Cuando
todo funciona de un modo razonablemente normal, con esta manera de actuar puede
que sea suficiente, pero cuando la situación se tuerce y comienzan a surgir
problemas individuales o colectivos de cualquier tipo, ni creo que sea
suficiente ni me da la impresión de que hagamos, en general demasiado, por
modificar el modo de comportamiento. En numerosas ocasiones nos limitamos a
quejarnos o protestar en foros inadecuados para la obtención de los fines
denunciados.
La observación casi obsesiva que practico a
menudo hace que me dibuje un escenario actual, por supuesto subjetivo y del que
me surgirán numerosos detractores, que aunque difícil, es poco o nada
catastrófico para una gran mayoría de piedrecitas independientes que conviven
en el mismo espacio social, más o menos a su aire, sin sentir la necesidad
vital, laboral, económica, política o de cualquier tipo, de unirse a otras
piedrecitas. Trasladado esto a la realidad, significaría que sigue habiendo un
importante número de ciudadanos, con el suficiente o sobrado nivel de ingresos,
que lógicamente no forman parte de ningún colectivo reivindicativo ni
participan activamente en ningún tipo de protesta.
El resto, los afectados, que aunque son
muchos y cada día vamos siendo más, como adelantaba anteriormente, ni siquiera
cuando nos bombardean con noticias que demuestras las dificultades por las que
atraviesan los ciudadanos en particular y el país en general, somos capaces de
acercarnos a otros grupos de tamaño similar para formar una gran roca que sea
capaz de resistir cuanto le venga por un lado, por el otro o desde arriba. Se
abren múltiples frentes de lucha, colectivos de la sociedad a los que
identifico con las piedras, que por sí solos, actúan de manera desacompasada y
en diferentes lugares y días; y si consiguen algo de lo que reivindican, se
reduce a asuntos absolutamente particulares de su ámbito social o laboral.
A día de hoy, no consigo apreciar una firme
determinación en nosotros para afrontar de manera conjunta cualquier acción. De
forma honrosa y elogiable, se produjeron, el pasado sábado veintitrés de
febrero, un gran número de manifestaciones en prácticamente todas las ciudades
del país, que aunque multitudinarias, me da la impresión particular que más
multitudinaria aún, fue la no participación de la ciudadanía en tales
manifestaciones. Entre los ausentes están, por supuesto, los no necesitados,
pero también un gran número de afectados por algo o por todo. Pero ni todos
tienen las mismas convicciones, ni las mismas ganas, ni la misma necesidad de
involucrarse en las protestas o reivindicaciones conjuntas.
Mientras tanto, la vida sigue, sin detenerse,
y hasta pasados muchos años, no sabremos como quedan reflejados en la historia nuestros
comportamientos actuales.
Luis Fernando
Berenguer Sánchez.
19 de marzo
de 2013.
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