miércoles, 27 de febrero de 2013

Breve tratado del tiempo



¿Quién no ha recurrido alguna vez, para excusarse de algo, a la falta de tiempo? ¡Es que no tengo tiempo! Y si se nos permite, comenzamos a enumerar las infinitas obligaciones diarias que nos impiden realizar acciones tan saludables como estar de vez en cuando con los amigos, leer, hacer algo de ejercicio o simplemente caminar, viajar (si se está en disposición de ello), visitar a familiares o escribir, que es para lo que yo más a menudo utilizo la excusa del tiempo como argumento de la poca escritura que prodigo. Y no es que cuando lo hago busque gustar a un determinado público, ni siquiera pretendo que la gente me lea; más bien al contrario, muestro habitualmente un excesivo pudor a la hora de mostrar lo que escribo, consciente, tanto de los temas que abordo como de las limitaciones propias del arte de la escritura.

¿Y qué somos sino tiempo? Nos medimos por el tiempo. La edad no es otra cosa que el tiempo transcurrido entre nuestro nacimiento y el momento actual. Trabajamos por tiempo: “La jornada laboral será de … horas semanales”. “Se recomienda dormir un mínimo de siete horas diarias”. Y así todo, todos los días de nuestra vida.

Si uno no tiene proyectos e ilusiones porque dice no tener tiempo para llevarlos a cabo, es que mentalmente está muerto. Un joven, de los muchos que abundan hoy en día, que se ha dejado llevar y no dedica su tiempo más que a consumirlo infructuosamente, es mentalmente viejo. En cambio, todos conocemos a personas mayores con infinidad de proyectos e ilusiones por realizar, algunos de los cuales no podrá realizar jamás por una cuestión obvia. Ello hace de él una persona insultantemente joven. Y no sirve la excusa de que si la persona está jubilada dispone de tiempo. Uno adecua los proyectos a la disponibilidad tanto temporal como material.

Otro aspecto importante para la utilización del tiempo es plantearse en cada momento lo que le pedimos a la vida y lo que la vida nos pide a nosotros. Por pedir que no quede. Se puede desear todo lo deseable. No voy a exponer nada susceptible de ser deseado porque cada uno puede aspirar a realizar proyectos o tener ilusiones totalmente diferentes. Cosa distinta y fundamental, es para lo que la vida te pide que dediques tu tiempo en cada momento. Algún ejemplo significativo puede ser cuando uno tiene niños pequeños que le absorben totalmente o cuando tiene a sus padres mayores y, según para que cosas, le puedan necesitar a uno. En estos casos o en otros diferentes, que pueden ser incluso puntualmente laborales, la vida nos está pidiendo que dediquemos parte de nuestro tiempo a cuestiones tan importantes como ineludibles diría yo.

No caigamos tampoco en la trampa de elaborar una lista de proyectos e ilusiones, ni desproporcionada en cantidad ni incumplible en posibilidades. Es cuestión de establecer prioridades a la hora de hacer uso del tiempo disponible y aferrarse a la sensatez para adecuar las posibilidades a la magnitud del proyecto.

Puede parecer fácil todo esto, pero aseguro, que a pesar de creer ciegamente en lo expuesto, no tengo tiempo.


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
27 de febrero de 2013.

domingo, 10 de febrero de 2013

El "DON" de la escritura



Cada uno de nosotros es susceptible de tener alguna cualidad que lo lleve a ser bueno en algo, muy bueno o único y excepcional. El grado de excelencia de la cualidad en cuestión lo determinará. Es posible también y hasta de lo más común, no encontrar ningún signo de exclusividad en la inmensa mayoría de ciudadanos que formamos parte del entramado social. Unos y otros estamos obligados a convivir de la mejor manera posible y en principio, por ley, nos asisten los mismos derechos y obligaciones.

Me resulta por lo general fácil, aceptar, descubrirme y elogiar objetivamente, si ello es posible, que creo que sí, las cualidades distinguidas que pueda apreciar en cada uno de los ciudadanos que conviven conmigo. Da igual el ámbito en el que me mueva o me inmiscuya y el pensamiento contrario. En este caso en particular me estoy refiriendo al "don" de la escritura. Considero que existen elementos más que evidentes para apreciar y valorar en su justa medida cualquier signo de distinción que pueda determinar la exclusividad. Para que el grado de aceptación social de la persona cualitativamente excelente sea mayoritario, creo necesaria, por añadidura, que una alta dosis de humildad guíe su proceder. En todo caso es inevitable que surjan susceptibilidades heridas, criterios discutibles, envidias e incluso insidias y aversiones que contradigan la opinión general, pero si lo que se juzga es el “don”, huelga lo demás.

La aceptación de la realidad, no la mía, la de todos, siempre debiera estar por encima de aquellos individuos incapaces de aceptar con dignidad el rol que les ha tocado desempeñar en esta vida. La única que tenemos y que vamos a vivir. Desgraciadamente no aprecio que sea esto lo comúnmente aceptado. No acabo de entender como algunas personas, demasiadas últimamente, se aferran a pensamientos únicos, desdeñan sistemáticamente cualquier postura o pensamiento distinto de los suyos y son capaces de creer salir indemnes de posturas contradictorias, comentarios descalificantes y hasta de actitudes despreciativas. Pero este es otro tema al que el maltrecho subconsciente me ha deslizado, y por el que prefiero no transitar en este instante en pos de mantener una adecuada estabilidad emocional que me permita finalizar objetivamente la reflexión que había comenzado.

Para ello, me gustaría abrir un apartado nuevo que me permita desarrollar una teoría en la que tengo mucha fe. Se trata de la “cultura del esfuerzo”. Todo lo anteriormente expuesto en los primeros párrafos no tendría ninguna repercusión si la persona agraciada con el “don” (cualidad), se hubiera dejado llevar y no hubiera dedicado ningún esfuerzo en aprovechar y desarrollar la cualidad poseída. Asimismo, quiero poner en valor e incidir para que se tengan muy en cuenta a aquellas personas, que sin haber sido dotadas de ninguna extraordinaria cualidad (“don”), han alcanzado objetivos inimaginables, tan sólo explicables a través del esfuerzo, la constancia y la determinación. Y aún sin conseguir objetivo alguno, su actitud bien es merecedora del máximo respeto.

Vaya mi elogio, tanto para los que tienen el “don” y lo han desarrollado, como para los que se han hecho un hueco a través de la cultura del esfuerzo; y también, como no, para los que a pesar del esfuerzo no han conseguido sus objetivos. Claro ejemplo de las dos primeras posibilidades se han materializado simultáneamente, en un mismo día, con la publicación de sendos artículos en el diario Información de Alicante, el sábado 9 de febrero de 2013,  por parte de un hijo con "don" y un padre constante, esforzado y con mucha determinación.


Luis Fernando Berenguer Sánchez.
10 de febrero de 2013.