Llegaste a mis ojos un veinte de julio, otro veinte julio en el que
nuestra patrona, Santa María Magdalena, era acompañada, en romería, desde su Santuario
hasta la iglesia de San Pedro, donde se hospedaría hasta el primer lunes de agosto;
en el que nuevamente en romería, sus fieles la acompañarían a su morada, junto al Castillo de la Mola.
Llegaste de rojo, con pantalón vaquero. Llegó a mí tu sonrisa tímida,
llegó tu quinceañez inocente, ignorando mis sentimientos. Llegó tu cara, llegó
tu mirada, llegó tu silencio, llegó tu timidez, llegaste tú…; y desde entonces
y hasta entonces, no ha habido ni hubo habido nadie más en mi corazón.
Tu me aceptaste como era, tú me quisiste como era, tu me esperaste cuando
no estaba (¡qué fácil hubiera sido que no lo hicieras!), y durante demasiados años muchos domingos no
estaba.
Iniciamos un proyecto en común y tú te lanzaste decidida, hoy tenemos una
casa. El proyecto incluía boda, que hicimos, el proyecto incluía hijos, que los
tuvimos. El primer sol que me diste nos llenó de gozo, alumbró nuestra vida en
común, nos hizo disfrutar como sólo se disfruta a un hijo. Fue una hija, fue
nuestra hija, nuestra princesa, nuestra reina, los planes se cumplían. A los
siete años, llegó otro sol, un niño que todavía nos dio más luz. Un hijo que
colmó nuestro deseo. El proyecto iba teniendo forma.
Llegó la lucha, llegó el sacrificio, llegó la discusión, llegó la
alegría, llegó el traspiés, llegó la satisfacción, llegó el conflicto con el
primer sol, que a veces quemaba, llegó la calma…”todo llega y todo pasa, pero
lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos…”
Ése es nuestro camino, el camino de rosas y espinas que hemos elegido, el
camino que quiero, el camino que sigo, y sigo ese camino porque siempre delante
vas tú, siempre lo iluminas para evitar que me caiga, siempre quitas las
espinas de las rosas para evitar que me
pinche, siempre ves rectas las curvas, siempre ves lo bueno de lo malo y
siempre, siempre, siempre…
Ya han pasado veintisiete veintes de julio, y muchos más que pasarán; y a tí, Mari Carmen, te brindo un sincero
homenaje por tu paciencia y bondad; y te digo que el proyecto continúa, creo
que nunca acabará; acabarán antes nuestras vidas, pero antes de nuestras vidas
acabar, volveremos la vista atrás y veremos “la senda que nunca volveremos a
pisar”.
Luis Fernando Berenguer Sánchez
20/07/2008