No acierto a expresar por escrito los
detalles de la expresión de su rostro al vernos. Tampoco lo pretendo. Afirmo,
que esa imagen, fotografía instantánea del primer cruce de miradas, ha quedado
grabada y guardada donde quiera que se guarden algunas de las imágenes que en
algún momento de nuestra vida nos impactan.
La reacción inmediata fue que de repente me
sentí fuerte, decidido, seguro. Me fue de gran ayuda sentir como, ante tal
situación complicada y comprometida, con una gran carga emocional añadida por
ser quienes eran las personas implicadas, y sin tiempo material para pensar y
decidir, sólo actuar, mantuve una calma y seguridad en mis acciones y
decisiones hasta entonces inusual en mi.
Del mismo modo, a los pocos días, me
sorprendieron sin esperarlas las emociones del desánimo y la impotencia justo
en el momento en el que realmente ambas situaciones estaban ya encauzadas aunque no resueltas. Reconozco que en
momentos puntuales las emociones pudieron conmigo y rompí a llorar en hombros
de varias personas. Gracias por prestarme vuestro acogedor hombro.
El impagable apoyo moral y presencial de
esas personas y algunas pocas más que tuve en todo momento a mi lado, unido al
continuo esfuerzo de procurar ser consciente a cada instante de todo lo que iba
sucediendo y aceptarlo sin dramatizar, fueron capaces de hacerme recuperar la
calma, la paz, y proporcionarme la seguridad de estar haciéndolo todo lo mejor
que sabía, es decir, lo correcto.
Reconozco que todavía, en el proceso de
aprendizaje de la filosofía de vida que me ha hecho sentir de nuevo persona, no
me es posible mantenerme siempre arriba. Tampoco es una pretensión obsesiva.
Intento aprender de las experiencias más que de los conocimientos. Observo cada
situación y momento e intento ser lo más consciente posible siempre de todo.
Volviendo al tema central, añado que
tampoco es fácil interactuar con alguien que en ocasiones se asemeja a una roca
dura y fría. Con una persona muy poco comunicativa y muy celosa de su espacio e
intimidad. A lo mejor es que yo, en ocasiones, oso traspasar esa línea
imaginaria que delimita el espacio de cada cual y mi acercamiento se percibe
como una intromisión.
La decisión de esperar, respetar el
silencio, no tomar en cuenta algún esporádico desaire, encontrar la manera y el
momento de decir las cosas, y sobre todo dar amor sin esperar nada a cambio, me
parece la más adecuada en estos momentos.
Y más aún que todo eso hay alguien con una
bondad infinita, que sabes que siempre está ahí, que estira o afloja según la
necesidad. Que pone las cosas en su sitio, y que siempre encuentra la manera
para todo. En breve volverás a la normalidad. Con más experiencia y
deslumbrando con la inmensa luz que todavía no ha salido de dentro de ti.
Saldrá.
Y mientras todo esto sucede, la vida sigue.
Me refiero a las vidas que viven cada una de las personas que habitan la
tierra. Si porque te ocurra algo te apartas y te quedas fuera, todo continuará
sin ti. Si sufres por ello nadie vendrá a rescatarte de tu sufrimiento. No es
fácil dejar de sufrir, aunque alguien, hace muchos años, dejó escritas cuatro
frases a las que llamó Nobles Verdades. Fue Sakiamuni Buda, y las frases decían
así:
- - En la vida hay sufrimiento, es un hecho.
- - Hay un entendimiento de ese sufrimiento. Tiene una causa, un origen.
- - Hay una forma para liberarse de ese sufrimiento. Hay un camino hacia la liberación.
- - Una vez que recorres el camino para la liberación del sufrimiento, ya no hay sufrimiento.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
19 de marzo de 2015.