Hace ya algún tiempo que siento que me
acerco. Él está ahí, insensible, acechando mi llegada para, en el mismo
instante, quedarse atrás. Ha sido un largo camino el que he tenido que recorrer
hasta llegar a este punto en la vida que desnuda mi sensibilidad. Me emociona
sólo el pensar que llegaré. No da igual en que situación y condición, pero
llegar y pasar ya es motivo de satisfacción. A la vez me desconcierta saber que
el paso será efímero, que no encontraré nada nuevo del otro lado, ni sentiré
diferente porque no podré detenerme allí. Me vienen a la memoria aquellos
versos de Antonio Machado en los que nos recuerda que estamos de paso: “Todo
queda y todo pasa, / pero lo nuestro es pasar, / pasar haciendo caminos, / caminos sobre la
mar. / Nunca perseguí la gloria, / ni dejar en la memoria, / de los hombres mi
canción.”…
Nunca antes hasta ahora había tenido la
sensación de que me acercaba tan deprisa. ¿A dónde? Ni yo mismo lo sé. Pero
donde quiera que sea, unas veces con la calma que proporciona la experiencia,
otras con la incertidumbre de no saber nunca lo que va a suceder, algunas con
la impotencia propia de la condición humana y siempre, con la subjetividad
condicionada por los propios ideales, observar cuanto acontece a mi alrededor e
intentar condicionar hasta el límite de lo posible mi destino. En algunos
momentos o situaciones, puede que se haya instalado en mí algo tan peligroso
como desaconsejable como es el conformismo. Pero es que uno ya ha vivido tanto,
y pasado por tantos trances, que cada vez le van quedando menos resortes donde
se pueda sostener imaginar, y mucho menos pretender, que la vida le vaya a
premiar con algo tan extraordinario como inesperado, que hasta ahora no le haya
ocurrido ya. Más bien desea, que lo bueno que le pueda ocurrir, le suceda mejor
a los que vienen por detrás de él.

Por otro lado, no espero encontrar ningún
precipicio ese momento del veintitrés de abril de dos mil trece, porque es
seguro que ya crucé la cima, y ando algún tiempo ya, con el freno de mano
echado para no descender demasiado deprisa la cuesta inversa de la vida, cosa
que soy consciente no depende del todo de mí. Sin duda gozaré o sufriré por
cosas diferentes en cada momento, como todos. Pero mientras quede en mí un
hálito de sensatez, cordura e independencia, procuraré mantener el pulso firme
en las batallas contra mi más poderoso enemigo. En más de una ocasión me
venció, pero ya hace tiempo que consigo mantenerlo a raya y seguiré luchando
para que nunca más me pueda derrotar.
Y disculpen que insista, pero es que ya
llego. Y no es que lo sienta, ni lo vea, ni lo oiga, pero no puedo disimular
que me gusta la sensación interior y personal de haber tenido la fortuna, que
otros no tuvieron, de haber llegado ya al medio
siglo, y sobre todo, poder contarlo.
Luis Fernando Berenguer Sánchez.
17 de marzo de 2013.